domingo, 25 de julio de 2010

El gran chanta argentino



El chanta, chantún o chantapufi no es un producto exclusivamente argentino pero es innegable que en este país encuentra terreno propicio para crecer y multiplicarse. Si tuviera que definirlo con dos palabras, no dudaría: es un mentiroso serial. Miente para zafar, para relacionarse, para sacar ventaja, para negociar y para aparentar lo que no es. En su ADN hay una mezcla de sabelotodo, vago y charlatán, potenciado por una moral que asoma a cuenta gotas. Va por la calle muy seguro de sí mismo, convencido de que los demás son lo suficientemente boludos como para caer bajo sus engaños. No llega a ser un estafador porque no le da el cuero para jugar en las grandes ligas. Lo suyo es el chiquitaje, la mentirita que no mata y que precisamente hace que siempre le perdonen la vida.
Existen tantos tipos de chantas como actividades y situaciones se desarrollan a lo largo de estas pampas. Y sin distinción de sexos: pueden ser hombres como mujeres. Escracharlos a todos sería un trabajo arduo y tedioso. Por eso, con un resumen de los más comunes y cotidianos creo que alcanza y sobra. Aquí los tienen.

EL VENDEDOR
Este tipo de chanta es temible porque juega con la guita de los demás. En 2 minutos le saca la ficha al ocasional comprador y lo lleva para el lado que quiere. “Te estás llevando flor de zapatilla”, te la agranda a pesar de que vos sabés que es un modelo berreta y que solo las vas a usar para arreglar el jardín o sacar a pasear al perro. “Ese saco te queda pintado, flaco”, te dice el de la sastrería mientras ves que de las mangas sólo te asoma el dedo mayor y si lo abotonás, podés esconder dentro tuyo un lavarropas. La razón del engaño salta cuando le pedís un talle más chico: “te lo debo, master”, te contesta con tono poco paciente, sugiriendo que te tenés que llevar ese sí o sí. “Mirá que esta mercadería me la sacan de las manos, ¿eh?”, te amenaza al ver que se le “cae” la venta.
El rubro automotriz es ideal para el chanta vendedor, se encuentra como pez en el agua. Es capaz de embocarte un auto sin volante y con 3 ruedas. “Le hice amortiguación hace poquito”, se ataja a pesar de que al rodarlo, la carrocería tiene más juego que el Italpark. “No hay drama, capo, te lo entrego con zapatos nuevos”, reacciona al instante cuando les hacés notar que en las gomas te podés mirar mejor que en un espejo. Por supuesto, te vas del lugar intuyendo que sus promesas son menos creíbles que un billete de 3 pesos.


EL NOVIO/AMANTE
“Te prometo que te llamo”, “Sos lo mejor que me pasó en la vida”, “Apenas te vi me enamoré de vos”, “Quiero que seas la madre de mis hijos”, son algunas de las frases preferidas del chanta amador. Por lo general suele acarrear una relación amorosa paralela de la cual no se puede –o no se quiere- desconectar. Puede ser su esposa (actual o ex) o una novia de muchos años. “Mi amor, dame unos días para que resuelva esto”, le dice a su nueva conquista como para ir ganando tiempo. Y esos días se hacen semanas y hasta meses. Mientras tanto picotea con las dos. En el fondo es un cobarde.
Muchas veces, este embaucador apela a su dudosa veta creativa para tapar una infidelidad. “Dejame que te explique, anoche le presté el auto a Roberto”, se excusa cuando le descubrís una chabomba encanutada en la guantera. “No es lo que vos pensás”, suele decirte cuando entrás a su bulo y lo sorprendés a punto de hacer el salto del tigre sobre tu mejor amiga.

EL ZAFADOR
En el afán de salvar el pellejo este chanta tiene una excusa para todo. Si no te llamó por teléfono es porque “justo” el día anterior le “robaron” la mochila donde tenía la agenda. A veces son más arriesgados con la mentira y suelen quedar en offside: “Te llamé y no me contestaba nadie”, te dice. Falso porque tenés contestador automático. “Intenté ubicarte pero me daba ocupado”, se ataja. Falso porque tenés llamado en espera.
Es fabulador y no duda en mandar al frente a alguien si es necesario. “¿Se juntaban a comer el 18? ¡¡¡Me quiero mataaaaar!!! ¡¡Mi mujer anotó 17!! ¡¡¡Con razón cuando llegué al restaurant no encontré a nadie!!!”, te inventa para dejar sentado que intenciones de ir no le faltaron. “No sabés; me agarró un piquete del sindicato de extras de cine que pedían aumento de sueldo. Imaginate todos los que eran...”, te sanatea para explicarte porqué no fue a tu cumpleaños.
En otras ocasiones suele mostrar rasgos histéricos y te sicopatea con el resultado puesto. “Che, gracias por avisarme, ¿eh?”, te dice impunemente cuando se entera que organizaste algo y no lo invitaste porque ya te falló tantas veces como días del año.

EL RELACIONADO
Este es uno de los más comunes y del que se podría hablar largo y tendido. Es un gran simulador. Su objetivo en la vida es demostrar que es importante. Chapea permanentemente. Tiene un número de celular para el “populacho” y otro que no se lo da a nadie para que “no lo molesten”. Dice recibir propuestas de negocios que, por supuesto, rechaza por falta de tiempo. No existe en su vocabulario la palabra “conocido”; él eleva a todos sus contactos a la categoría de “muy amigos”. Llama a los famosos de la TV por su nombre de pila (Marcelo, Adrián, Gerardo, Carmen) para sugerir que son íntimos. Tiene tarjetas de empresas o personajes importantes que fue coleccionando de tanto colarse en los eventos. Te da cátedra sobre los boliches y restós de moda pero los conoce de oídas, jamás pisó uno.
En algunas ocasiones echa mano a la simulación para mostrar su supuesto poder de fuego. En caso de sentirse agredido o en apuros, alude tener llegada a gente influyente que eventualmente puede darle una ayudita. “Mirá... no les conviene meterse conmigo porque conozco gente muy pesada. Se los digo por las dudas, nomás”, amenaza el chanta ante su pequeño auditorio de giles como para que a ninguno se le cruce por la cabeza causarle el menor daño.

EL SOMELIER
Es un personaje que ha proliferado mucho en los últimos tiempos a raíz de la llamada “moda gourmet”. En materia de vinos finge saber un vagón. “Mmmmm... se siente la fragancia a madera de roble estacionada con un dejo a cerezas del alto valle del Ortobamba...”, arranca luego de pegar el sorbo; “...Es un típico tempranillo de textura firme y delicado espesor. Se aprecia por sus reflejos azulados que en esta cosecha llovió lo justo...”, termina de chamuyarte el pelotudazo este.
Cuando va a comer afuera nunca va a pedir un vino sencillito o el de la casa, siempre se va a fijar en el del nombre más difícil. Términos como “merlot”, “chardonnay”, “pinot noir” o “sauvignon blanc” asoman de su boca con la misma facilidad que el “gracias” o el “buen día”. Y aunque el vino que le sirvan esté bueno, él lo devuelve para demostrar que es un riguroso catador. Si te animás, hacé la siguiente prueba: llegado el momento de una degustación vendale los ojos; vas a ver que no distingue un syrah de un tetra avinagrado.

EL SEXUAL
No se cansa de repetir que todas las minas se derriten por él. Tiene una para cada día de la semana y ostenta una performance amatoria que, de ser cierta, merecería un lugar destacado en el Libro Guiness. Se atreve a dar consejos sobre mujeres porque, según él, “ya las vivió todas”. Dice volver de sus vacaciones en la Costa con la agenda rebosante de teléfonos y mails, y si anduvo viajando por el exterior, seguro conoció a una millonaria italiana que le propuso ser su sex toy. Se jacta de saber todas las posiciones del Kamasutra, pero la última vez que quiso explicar una lo tuvo que revisar de urgencia una junta de traumatólogos.

EL PROMETEDOR
Actúa tanto en el ámbito social como en el rubro comercial y sus frases vacías ya son como una marca registrada. “Cuando vuelva de las vacaciones te llamo sin falta para arreglar ese tema”, te jura ese amigo que para rajarse siempre tiene un manguito ahorrado, pero para no garparte una deuda es capaz de llorarte que se anotó en un Plan Trabajar. “Che, ¿por qué no nos ponemos las pilas para vernos más seguido?”, te dice ese ex compañero del colegio que no veías desde hace 25 años y que, a pesar de tus llamados, va a desaparecer otros 25 más. “Lo del microondas es una pavadita. Pasate a la tarde que lo tenés listo”, te bolacea el service, aunque para ese entonces el aparato va a estar en el mismo estado y lugar porque la gente de los repuestos “justo estaba de paro”. “Decile a tu nena que me venga a ver así le conseguimos algo”, te asegura un amigo empresario, a pesar de que tu hija se va a cansar de llamarlo porque el tipo tiene la particularidad de “salir a almorzar” varias veces por día.


EL POLITICO
Este especímen no necesita presentación. Es altamente nocivo. Cambia de partido como de calzoncillo y promete cosas que sabe que no va a cumplir. Tiene un discurso de izquierda pero veranea en Punta del Este y manda a los hijos al Saint Chorongal High School. Si, en cambio, es de derecha, por un “sobre” puede llegar a hablar bien de Cuba y estar a favor del ordenamiento de sacerdotes travestis. Para la opinión pública se muestra como enemigo de los monopolios y los negocios espurios, pero oculta que se los quiere quedar él. Ante alguna catástrofe nacional, retiene las donaciones para entregarlas en época de elecciones. Y si después de todo esto lo descubren, denuncia sin tapujos que es víctima de los medios y de una campaña sucia de la oposición. Para terminar, diría que este sujeto más que chanta es un flor de hijo de puta.

EL ESPECIALISTA
Si hay alguien difícil de desenmascarar es el chanta experto en un oficio, llámese mecánico, electricista o profesor de tenis. “Noooo, acá hay que hablar de arriba de 3000 pesos, flaco...”, arranca el carpintero que contrataste para cambiar el mobiliario de la cocina; “...Tenés enchapado y lustrado, calibrado... además el metro cuadrado de rajatabla está por las nubes”, concluye sin que se le mueva un pelo. “Y... mirá... acá tenemos que hacer cambio de platinos, bomba de nafta, regulación de la cadena de mandos y de paso hacer perno y corona”, te versea el mecánico al que le pediste el presupuesto, cuando en realidad descubriste que lo que tenía era una basurita en el carburador.

EL SIMPATICO/ENTRADOR
Es el clásico “chanta divino”. La Argentina estuvo gobernada durante 10 años por uno de estos sujetos, y así nos fue. Suele generar en la gente dudosos comentarios como “qué turco vivo” o “qué bien que la hizo este hijo de puta”. Pero lo penoso es que ese calificativo es de admiración. Es franelero y nunca va al choque. Ante la menor sospecha recula o te sigue la corriente echándole la culpa a otro o a veces a sí mismo, adoptando el papel de víctima. Después hace todo lo contrario. Es el que advierte lo que necesita la gente y se lo da, así sea veneno. Hablando en criollo, es el que te la pone de parado y vos chocho de la vida.

Como acaban de ver, la viña del Señor está plagada de chantas y más que reírnos no podemos hacer otra cosa. O sí: estar atentos. Saber elegir a nuestros amigos y a nuestras parejas, saber dónde comprar, en quién confiar y a quién votar. Cosa complicada, esta última.
A partir de este momento estoy abierto a sus comentarios, pero ojito con lo que ponen, ¿eh? No les conviene zarparse porque conozco gente muy pesutti que los puede hacer pasar un mal rato. Yo se los digo por las dudas, nomás. No saben con quién se están metiendo.

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