“Sólo
sé que no sé nada”, dijo acertadamente el gran filósofo griego Sócrates, dando
a entender que el individuo está muy lejos de poseer la verdad absoluta. Frase
indiscutible por donde se la mire. Sin embargo, nunca imaginó que, muchísimos
siglos más tarde, un pequeño porcentaje de la raza humana lo iba a contradecir.
¿Quiénes? Me estoy refiriendo a esos personajes que se jactan de dominar a la
perfección cada cuestión de la vida y del mundo: los “sabelotodo”.
Los sabelotodo entienden de todo un poco: de minas (o de
hombres, si son mujeres), de motores, de vinos, de tragos, de plantas, de
habanos o de política. En otros casos resuelven un crimen, explican las causas
de algún accidente aéreo, dan cátedra sobre las drogas de moda y hasta saben
con qué se empastilla cada famoso. Son absolutistas,
pedantes, rompepelotas y es imposible sostener una conversación con ellos sin
pelearse o terminar sometidos a su voluntad o a sus puntos de vista. Estos son
algunos de los más comunes.
LOS HIPERINFORMADOS
Conocen desde el valor del metro cuadrado en Belgrano o Puerto Madero, hasta el precio del barril de crudo en EE.UU. Saben quiénes son los accionistas de las multinacionales más exitosas y en cuántos palos verdes vendió su parte algún mega empresario informático que ahora se quiere dedicar a la pesca con mosca. Al reverendo pedo, porque viven llenos de deudas y no tienen donde caerse muertos.
Aducen "manejar" información que el resto -o sea, la gilada- no conoce y su misión es pincharte el globo cuando te mostrás entusiasmado con algo. Le decís, por ejemplo, que acaban de asfaltar 4 cuadras de tu barrio y te contestan: "je, me extraña que no lo sepas... Ese es un curro de un par de diputados con un empresario y una constructora, porque hay un baldío donde quieren poner un shopping. La idea es que 'palme' el viejo mercadito y levantar allí una torre de 40 pisos". Le comentás que conseguiste una promoción para viajar a Madrid y te lanzan: “averiguá bien, me dijeron ‘off the record’ que esa aerolínea está con un pasivo de 20 palos verdes. A mitad de año la compran los brasileros, con lo cual, seguro te van a obligar a hacer una escala de un día en San Pablo y te termina saliendo más caro”.
La SIDE se está perdiendo grandes talentos con estos tipos.
LOS QUISQUILLOSOS
Saben tanto de cuestiones domésticas que nada los conforma. Son detallistas hasta la locura. Conocen la diferencia entre un piso de madera de guatambú y otro de haya vaporizada. Son consumidores exigentes y no hay compra o transacción comercial que no termine en pelea.
Si vas al súper con ellos, te van a bochar cada puta cosa que tomes de las góndolas. Conocen la composición química de cada alimento: “no, esa marca no porque tiene menos porcentaje de sodio y alto residuo seco”, va a ladrar apenas te vea manotear una botella de agua mineral. “No, esos fideos no porque tienen 0,3 % menos de huevo y tardan cuatro minutos y medio más en cocinarse”, te retará cuando descubra el paquete en el changuito.
Si se trata de pedir un delivery, los quisquillosos también van a imponer condiciones. “Mmmm... la pizza de acá la vuelta no me gusta porque la hacen en un horno de barro que está mal curado”, va a afirmar. Con las empanadas tampoco se queda atrás; conoce las de cada región del país y no es fácil meterle el perro. “No pidan empanadas salteñas al de la otra cuadra porque vienen con mucha papa y poco ají molido”, advierte. Vos ya estás con las quetejedi al plato y con unas irrefrenables ganas de asestarle un sonoro “¡¡las papas que te sobren metételas en el culo y el ají te lo voy a inyectar por las orejas!!”.
LOS REFERENCIALES
Les gusta demostrar que conocen cada rincón de la ciudad y del mundo. “Yo tengo el negocio en Devoto”, les comentás al pasar a unos conocidos del club después del partidito de tenis. “¿A dónde, che?”, pregunta el sabelotodo. “Beiró y Campana, ¿ubicás?”, le contestás. “Sí, sí, sí, conozco, conozco...”, te aclara casi ofendido. “...que a la vuelta hay una farmacia, ¿no?...”, agrega dispuesto a no dejar las cosas ahí. “...que al lado hay un kiosquito que vende panchos...”, vuelve a ufanarse entusiasmado. “...y enfrente están haciendo una torre...”, insiste. “...que a media cuadra hay un bolichito para tomar algo... sí, sí, sí; sé dónde es”, culmina con suficiencia, para que a nadie le queden dudas que la tiene re clara con el lugar.
También les encanta abrumar con referencias de un conocido en común para demostrar que su grado de amistad con él es importante. “¿Así que conocés a Gonza? Mirá vos qué casualidad... ¿De dónde?”, arranca el pesado. “Muy fana de River... fui a la cancha un par de veces con él... porque es muy amigo de gente de la comisión directiva...”, continúa sin darte respiro. “...¿Conocés a la hermana? No sabés lo que está... muy macanuda, un cago de risa, estudia abogacía... El padre tiene tres by-pass; eso sabías, ¿no? A Gonza lo conocí en Pinamar, porque ellos alquilan todos los años un chalecito a 3 cuadras del golf... ¿Te mostró el perro que tiene? un labrador que es un amor... Y ahora se compró un auto, ¿viste? un Gol 1.9 Diesel que...”, y así seguirá revelando intimidades hasta que vos tomes la drástica decisión de partirle un florero en la cabeza u optes por la vía pacífica: felicitarlo por todo lo que sabe de Gonza (que, por otra parte, vos ya conocías hace rato).
También les encanta abrumar con referencias de un conocido en común para demostrar que su grado de amistad con él es importante. “¿Así que conocés a Gonza? Mirá vos qué casualidad... ¿De dónde?”, arranca el pesado. “Muy fana de River... fui a la cancha un par de veces con él... porque es muy amigo de gente de la comisión directiva...”, continúa sin darte respiro. “...¿Conocés a la hermana? No sabés lo que está... muy macanuda, un cago de risa, estudia abogacía... El padre tiene tres by-pass; eso sabías, ¿no? A Gonza lo conocí en Pinamar, porque ellos alquilan todos los años un chalecito a 3 cuadras del golf... ¿Te mostró el perro que tiene? un labrador que es un amor... Y ahora se compró un auto, ¿viste? un Gol 1.9 Diesel que...”, y así seguirá revelando intimidades hasta que vos tomes la drástica decisión de partirle un florero en la cabeza u optes por la vía pacífica: felicitarlo por todo lo que sabe de Gonza (que, por otra parte, vos ya conocías hace rato).
LOS FUTBOLEROS
Dicen que en la Argentina hay 40 millones de directores técnicos
y no es chiste. El sabelotodo futbolero es plaga y generalmente sale a la luz
fogoneado por algún fracaso deportivo. Se envalentona con el resultado puesto.
Suele lanzar sentencias como “yo no sé qué hace García marcando punta por la
derecha”, “fulanito no es para Boca, yo traería un media punta”... Otro se
anima a hilar más fino y tira fórmulas como “a Brasil hay que jugarle con línea
de tres, doble 5 y Messi más pegado a la raya”, “si yo fuera el técnico pararía
a López unos 10 metros más atrás, ahí vas a ver cómo rinde”... ¿Y qué hay 10
metros más atrás?, pregunto yo, ¿el pasto está más parejo?
Y guarda el hilo que no sólo chamuya de fútbol; en el resto de
los deportes también se muestra experto. Sabe de voley, rugby, básquet y es
capaz de enseñarle el revés a Del Potro o discutir de polo con el mismísimo
Adolfito Cambiaso.
LOS METEORÓLOGOS
Un buen sabelotodo también suele ser experto en cuestiones
climáticas y te tira el pronóstico extendido con sólo asomar la nariz a la calle
o abrir la claraboya del baño de servicio.
“Mmmm... si para Enero anuncian mucho calor, Febrero va a ser
malo, acordate”,
dirá muy seguro el sabelotodo meteorólogo. Y qué carajo tendrá que ver. ¿Hay
alguna ley oculta de las compensaciones que asegure esto? “Diciembre y Marzo
son los mejores meses en cuanto al clima”, repetirá otro como si se tratara
de un axioma. ¿De dónde lo sacó? ¿Está comprobado científicamente o se auto
convence desde el resentimiento porque lo cagaron en el reparto de las
vacaciones? “Uhhh, mirá vieja, está diluviando en Mar del Plata. A la noche
tenemos la tormentita por acá”, dirá contento porque sospecha que se viene
el fresquito salvador. ¿Y dónde está escrito que la lluvia tiene que hacer
escala siempre en Buenos Aires? ¿No puede ir para Santa Rosa, Bahía Blanca o
perderse en medio del Atlántico?
Y si hay un sabelotodo verdaderamente insoportable es el asador.
Es celoso de su trabajo cuando tiene la parrilla a cargo, pero molesto e
invasivo frente al trabajo ajeno. Se mete en cada detalle, desde que prendés el
fuego hasta que ponés los chorizos y la carne. “Yo el fuego lo hago
distinto...”, te tira totalmente (mal) intencionado, al ver cómo tardan en
encenderse las primeras brasas. “Ah, ¿el carbón lo ponés así? ¿Por qué no
hacés una cosa: dejás menos brasas en el fondo y la carne la ponés al
costadito...”, te sugiere mientras va minando lo poco que te queda de
paciencia. “Me parece que la parrilla está un poquito alta, ¿No te
conviene...”, vuelve a la carga amagando poner los garfios en la manivela
hasta que lo cortás en seco con un contundente “flaco, otro día lo hacés
como querés vos. Ahora lo estoy haciendo yo, ¿te queda claro?”. Eso sí,
rogá a Dios que la carne esté lista en tiempo y forma porque si algo falla, el
experto asador va a lanzar la clásica frase hiriente “je, si lo hubiera hecho yo ya estábamos comiendo, papá”. Típico
de un buen sabelotodo.
1 comentario:
A diferencia de Lean, me autoincluyo en alguno de esos personsajes detestables (puaj) y me la banco jo Tomá JaJaJa
Y encima, ya me lo hicieron notar GRRRR. Es un quía que vive a la vuelta del Chino que vende porotos de soja transgénicos, que invierte en la bolsa de Pekín bla bla bla..
Armannnnnn entre este estudio conductista-sociológico ejemm, y la verborragia del post anterior es sufi para mí por este año. Piedad!!! Jajaja
Ahhhh.. el año que viene van a cobrar un canon a los blogs-de buena fuente-isa eh? jeje
Una vez mas tu pluma sarcástica me ha hecho reir Sos un grosso man!!
Besotes
Belén
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