sábado, 14 de noviembre de 2009

¿Por qué no te callas?


¿A quién no le gustan las reuniones en casa de amigos, los asados, las cenas o compartir una simple mesa de café? No hay nada mejor que entrarle a una pizza y tomar una cervecita mientras se habla de viajes, de política, de música o se cuentan anécdotas divertidas. Eso sí, más vale ir prevenidos; dentro de ese combo de amigos y conocidos pueden aparecer personajes que convierten cualquier charla en un monólogo o en una sucesión de temas que no le interesan a nadie (creo que este blog pronto pasará a llamarse “ganando enemigos”).

ANDA A INTERRUMPIR A TU ABUELA
Unos de los sujetos más odiados son los "corta conversaciones". Están presente en toda reunión. Son infalibles. Desubicados como chupete en el culo. Se trata de esas personas que quieren decirle algo a alguien y les importa un carajo si está hablando con otro o escuchando un relato interesante. Se meten igual. Interrumpen la charla con una impunidad que asusta. Lo de ellos es más importante, más urgente.
Vos estás contando algo y ¡zas! a estos sujetos se les da por robarte a tus interlocutores. Tu relato queda en el freezer, y cuando querés retomarlo ya es demasiado tarde; se está hablando de otra cosa y de intentarlo quedás como un pelotudo. A veces se da a la inversa, es decir, vos estás escuchando una jugosa y encendida charla y ellos te arrastran a un farragoso diálogo paralelo para contarte que su hijo se agarró una uña con la puerta de la heladera o que el albañil tardó dos días y medio para colocarle un metro cuadrado de baldosas. Lo grave es que no podés ignorarlos; paradójicamente sos vos el que pasa a ocupar el rol de maleducado si te negás a prestarle la oreja.

En otras ocasiones, estos verborrágicos amigos quizás sí tienen algo importante que decir pero equivocan el momento. “Chicos, tengo que darles una noticia: ¡me comprometo!”, tira eufórica alguna de las presentes, justo cuando un amigo aventurero relataba cómo escapó de la muerte en Afganistán. Los crueles talibanes pasan a cuarto intermedio porque nadie se anima a decirle a la tilinga que se meta los anillos en el culo y lo cuente más tarde.

EL SINDROME MIRTHA LEGRAND
Existen otros especímenes que son como la notas a pie de página de los libros: de algo chiquito que mencionaste al pasar te desvían hacia un tema aparte. Están esperando agazapados la palabrita mágica para arrastrar la conversación a sus dominios.
“...Yo en esa época, creo, estaba haciendo Psicología en la UBA y justo tenía un par de semanas de vacaciones...”, arrancás vos para explicar cómo se gestó aquel viaje a España, cuando al toque te interrumpe una vocecita femenina: “¿Ay, fuiste a la UBA?... ¿En qué año? Yo tengo amigos que estudiaron Psicología en la UBA. Por eso te digo. ¿No conociste a un tal Cristian Segurini? El hermano salía conmigo. Un personaje... En esa época estaba muy metido con los radicales y todo eso... Pero radicheta mal, ¿eh?...”, concluirá la entrometida, que seguirá adelante con su speech si alguien no la tacklea a tiempo y te restituye la palabra.
“...Yo volvía de mis vacaciones en Villa Gesell y justo me llama Juan...”, arranca alguien para contar cómo se encontró con sus ex de la secundaria, cuando de golpe lo frena una voz masculina: “¡Ah!, ¿veraneás en Gesell? Mirá vos... no sabía. Yo voy todos los años. ¿En dónde parás? ¿En 3 y 120? Yo soy muy amigo de unos de los guardavidas de ahí... Fito... ¿Lo ubicás? Uno rubio que tiene un tatuaje con el escudo de Chacarita... ¿Fuiste a comer a la parrillita que está ahí a la vuelta?... Ah, no sabés... hacen los mejores chinchulines que probé en mi vida...”. Definitivamente insufribles.

UNA QUE SEPAMOS TODOS
Si bien estos personajes son educados e inofensivos, podría decir que el inconveniente aquí es que no hay un insoportable único sino una confabulación de ellos. Y ocurre cuando en una reunión hay mayoría de gente que comparte -o compartió- la secundaria, el laburo, el club o lo que fuera. Son corporativos; hablan de temas que conocen ellos solos y el resto queda garpando. Y se dan conversaciones como esta:
-Che, ¿Y Bonifatti? ¿Qué es de la vida? ¿Sigue en la empresa?, -pregunta un ex de la misma a otro que todavía trabaja allí.
-Sí, ahora lo pasaron a Control de Materiales, -contesta este último.
-Mirá vos... Me acuerdo que tenía un Gacel ’84 que era una joya
-Callate que lo cambió... ahora anda en un Renault 19 gasolero
-¿Sigue casado con la de siempre? Esa morocha gordita que lo venía a buscar... –acota otro ex que también participa de la charla.
-Nooooo, ahora anda medio juntado con Gladys, una de Recursos Humanos, ¿Te acordás? Muy llamativa, ella...
-No la tengo, seguro debe haber entrado después que yo me fui
-¿Vos en que año te fuiste? –quiere saber un cuarto interlocutor que también trabaja en la dichosa empresa.
-Y... en el 2004... Abril del 2004... Por ahí...
-¿Tanto, che? ¡Cómo pasa el tiempo! Entonces, pará... ¿Cuánto estuvimos juntos? Yo entré en Marzo del 2003... Un año y monedas.
Y sí, ya me imagino: las monedas se las querés tirar por la cabeza a todos. A vos te importa una mierda la vida de Bonifatti, el Gacel ‘84, la ex, la actual y en qué año renunció el otro nabo. Lo peor de todo es que, por educación, tenés que exhibir tu mejor sonrisa y fingir que el tema te interesa. Consejo: tené paciencia y esperá que pase el nubarrón. No van a hablar toda la noche de Bonifatti. Eso creo.

ABAJO LOS MONOPOLIOS
Si hay sujetos verdaderamente insoportables son los que se adueñan de la palabra. Hablan y opinan de todo. Si hacés la prueba de cerrar los ojos vas a comprobar que la única voz que se sobresale es la de ellos. Tienen incontinencia verbal, no paran. Son la versión radicalizada y full-time de los que interrumpen. No le dejan meter un bocadillo a nadie y no saben escuchar. Cuando alguien arranca a contar algo, enseguida lo pisan y siguen hablando ellos. Llegan a un punto tal de aburrimiento y saturación que ya nadie les da bola. Pero siguen hablando. Al vacío, a la nada. Y suelen ser extremadamente caraduras. Cuando ya están al borde de acalambrarse la sin hueso suelen tiran un “che, ahora cuentensé algo ustedes; al final hablé todo el tiempo yo”.

En las sobremesas ni se te ocurra poner una película o el video de tus vacaciones porque no van a dejar escuchar a nadie. Cada puta cosa que ocurra en el film les va a hacer acordar a algo. “Ah, ¿trabaja el pibe éste?...”, va a acotar el pesado apenas vea entrar en escena al protagonista. “...Es el de la peli ‘4 gauchos y un paquete de yerba’. No sé si la vieron... Que ella era una chica que sufría de anorexia... Un poco larguita para mi gusto, pero buena... 7 puntos... Ahí se hizo conocido este flaco que no me acuerdo cómo se llama... que ahora está saliendo con una modelito...”. Toda esta perorata, por supuesto, habrá tapado la explicación del móvil del asesinato con lo cual van a ocurrir dos cosas: que un voluntario apriete el botón “REW” para ver la escena otra vez, y que otro vaya a buscar un trapo para amordazar a este flor de pelotudo.

CONCLUSION
Como dije en el post de los cabrones y los vagos: dentro de este ramillete de controvertidos personajes, muchos de nosotros vamos a reconocer a algún amigo, conocido o compañero del laburo. Yo mismo, a lo mejor sin querer, pude haber derrapado alguna vez hacia esa dirección. Casi seguro, ahora que lo pienso. Es que en el fragor de una conversación acalorada puede pasar de todo. Lo importante es darse cuenta a tiempo y recapacitar. El quilombo se arma cuando hay otros que no lo advierten, que están convencidos de que actuar de esta manera es lo más común y corriente.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Arman que es incontinecia verbal?
NO entiendo de eso Jajaajaja
Resulta que este post me hace acordar a .... bla bla bla :S
Besos Armannn!!!

Anónimo dijo...

Ah Olvidé decirles que soy Belén la melómana amiga que va los domingos y le picotea la cena a Armando... bla bla bla... :P