miércoles, 26 de noviembre de 2008

Modernidad a la carta


Como en tantos otros órdenes de la vida, se sabe que en materia culinaria también corren otros tiempos. Los nombres de los restaurantes, por ejemplo, así lo demuestran. Se acabaron aquellas épocas de bolichitos bautizados cálida y sencillamente como “Lo de Gladys” o “La cantina de Cacho”. Siguiendo una extraña moda donde prevalece lo conceptual, la tradicional parrilla ahora puede ser llamada “Espacio de achuras”, el restaurant de pescados “Tienda de frutos de mar” y el de pastas “Boutique de canelones”, por citar sólo tres ejemplos. Y si esto sorprende, más intrigante aun es entrar a morfar a un lugar llamado “Te enviaré mil suspiros al amanecer” o “Un presagio llamado Eleonora”. Bienvenido al paraíso de lo abstracto.
Lo cierto es que esta suerte de mainstream gastronómico no se limita exclusivamente a lo que se exhibe de la puerta para afuera. Quien últimamente haya tenido la suerte de ir a comer a dichos restaurantes (en estos tiempos de malaria es una verdadera suerte), habrá notado que algunas cartas –o los clásicos menús- también se han nutrido de ciertos términos y extranjerismos que resultan inentendibles para los que estamos acostumbrados al choripan, a la pizzería de barrio o al viejo bodegón. Vos abrís la lista de platos en algún restó de zona cheta y no sabés si estás leyendo una receta homeopática, un catálogo de fragancias importadas o un libro de jardinería.
Definitivamente, esas comidas caseras y abundantes como las que nos hacia la abuela han sido reemplazadas por diminutas instalaciones artísticas que se pierden en gigantescos y pesados platos cuadrados. Y para no pasar hambre, hay que empezar a familiarizarse con curiosos nombres como los que siguen a continuación.

CARTA DE PLATOS PRINCIPALES

Langosta en colchón de finas hierbas. ¿Qué serán las finas hierbas? ¿Hierbas de Palermo Chico, de Barrio Norte? Y el colchón, ¿será de una o de dos plazas? ¿La langosta vendrá dormida o despierta?
Tournedó de lomo bridado en fondo de cocción. De oídas conozco el “fondo de comercio” y el “fondo de inversión”, pero del fondo mencionado arriba no tengo la más pálida idea. Urgente un manual de economía.
Lasagna de trigo, higado de pato demi-deuil con aire de parmesano. Si hay dudas sobre el origen del pato se puede llamar a un ornitólogo, no hay problema, pero ¿qué significa un “aire” a parmesano? ¿Que es parecido? Entonces no es parmesano, no nos engañemos.
Bondiola asada con aceite Gremolata acompañada con cebollas caramelizadas y papas rústicas. Mmmm... me parece que ese aceite se lo ponía un tío mío al motor de su Torino ’68. Busqué en el diccionario la palabra rústico: “perteneciente o relativo al campo”, dice el mataburros. ¿Y de dónde van a provenir las papas, de una fábrica de televisores?
Terrina a los tres quesos. El nombre no me convence; me suena a eso oscurito que se junta debajo de las uñas.
Fricassé de conejo. Costillitas de cerdo con gataux de verduras. Señora, tampoco olvide de poner en su cartera un diccionario Francés-Español.
Papardellis de menta con ragoud de cordero. Creado por un chef de padre italiano y madre francesa. Para no quedar mal con ninguno de los dos.
Torrecitas de tomate. Para fanáticos del ajedrez. En cualquier momento salen a la venta los “alfiles” de espinaca y los “peones” de zanahoria.
Tibia de mollejas y hongos con emulsión de verdeo al vongole biancoHasta donde yo sé, los platos se dividen entre fríos y calientes. No vengamos con cosas tibias. Odio las medias tintas. A no ser, claro, que se estén cubriendo por alguna eventual merma en el suministro de gas. Además, me intriga lo de la emulsión ¿Servirá también para broncearse?
Salmón en cocción unilateral. O sea, ni se te ocurra pedirlo “vuelta y vuelta”. Es un quemo.

Cordero Patagónico en fusión de crema de vino tinto y finas hierbas con batatas cubet en cazuela de barro. Y dale con las finas hierbas. De todas maneras, tratándose de un nombre tan largo, verificá que no se olviden nada, sobre todo las batatas "cubet" en cazuela de barro. Que no te las traigan en una palangana.
Ojo de bife con rúcula estacionada. Controlá que el "ojo" no venga con conjuntivitis. Con la rúcula, en cambio, no hay problema. En algunos lugares te la estacionan pegada al cordón y en otros a 45 grados.
Salmón rosado en croute de quinoa y dijon con salteado de espárragos. Llevá varios señaladores para el diccionario bilingüe. La cosa viene más complicada de lo que esperábamos.
Moldeado de queso gruyere y espárragos. Antes de salir de la cocina te lo agarra Marta Minujin y le da la forma que vos querés.

CARTA DE POSTRES


Brazo de gitano. ¿Será el izquierdo o el derecho? ¿Será de un gitano musculoso o de uno flacuchito? No es lo mismo. Es la diferencia entre poder compartirlo o cagarte de hambre.
Bavaroise de banana sobre marquisse de chocolate. Ya después de esto podés pedirle amistad por facebook a Gerard Depardieu o chatear por whatsapp con Zidane y Platiní.
Volcán de chocolate. Por favor, pedite uno que esté apagado. Mirá lo que pasó en la Patagonia.
Tartín de manzana con crujiente de plátano. No sé porqué pero el primer nombre me suena peyorativo. “¿Avivate, pedazo de tartín?”, le podés decir a ese amigo tuyo medio corto de entendederas. Insultos al margen, si el plátano cruje demasiado echale unas gotitas de WD40.
Esponja de fruta de la pasión con bizcocho antiguo. Siempre podés excederte unos días en la fecha de vencimiento de la comida, pero si el bizcocho ya es antiguo, tenés una descompostura asegurada. Con semejante nombre, andá a saber si no lo importó Pedro de Mendoza o Colón.
Torta húmeda de naranjas bañada con chocolate. Parece un postre inofensivo pero hay que tener cuidado: el exceso de humedad puede traer hongos y problemas de reuma. Y más en Buenos Aires.
Soufflé ligero con aroma de Grand Marnier. No sé a qué velocidad viene el soufflé, pero antes de pedirlo averiguá si Marnier se bañó.

Amigo comensal, después de este breve repaso gastronómico creo que ya estás en condiciones de abrir un restaurant. Cocina de autor, que le dicen. Podés ir viendo locales en Las Cañitas, en Palermo Hollywood, en el Soho, en Belgrano o en el último reducto de moda. Y ya tengo los nombres para tus dos primeros platos. Uno se llamaría “cóctel de hortalizas policromáticas ligeramente rociadas con jugo de maíz y vino añejo”. O sea, la famosa ensalada mixta. Y el otro sería algo así como el plato estrella: “carne finamente arropada con ardiente trigo molido, escoltada por dorados bastoncillos irregulares de papa”. Lo que en el rioba llamamos “milanga con fritas”.

domingo, 16 de noviembre de 2008

¡¡¡Estás iguaaaal!!!



Con el auge del Facebook y de todas las llamadas redes sociales, se han puesto de moda las reuniones de “ex”. Ex compañeros de primaria, de secundaria, de club, de colimba, de bricolage, de meditación, de rinraje, y así puedo seguir nombrando actividades hasta el día del juicio final. El asunto es fácil: basta con teclear un nombre y un apellido para que esa persona que hace tanto que no vemos y que tanto buscamos, aparezca. Bueno, en realidad no es tan así, solo se hará visible si está registrada en alguna de estas “redes”. Pero si no está fulano, está mengano, quien nos conectará con el primero y a la larga todos se irán arrimando al fogón. Virtual, pero fogón al fin.

A partir de este primer contacto se sucederán algunos mails o mensajes de tanteo, donde cada cual hará un brevísimo y maquillado racconto de sus vidas. No obstante, la frutilla de este postre vintage llegará con el ansiado reencuentro. Porque allí todos se verán las caras. O lo que el paso del tiempo ha hecho con sus caras y con todo lo que está entre ellas y el piso. Y esto genera una gran expectativa previa, sobre todo cuando se trata de gente de una misma edad (colegio, colimba, etc.). Todos desean constatar en qué “estado” se encuentra el resto de la troupe. El “jopende” quiere disfrutar viendo la debacle de algunos de sus amigos, y el “cascoteado” sufre de antemano porque intuye que la concurrencia lucirá saludable y jovial.

Apenas arranca la reunión, lo primero que sale a la luz son los estados civiles y la producción de hijos de cada uno. Se presentan casi como un currículum. Está el casado y en perfecta armonía. Está el que padece el matrimonio. El que en cualquier momento lanza a su cónyuge por el balcón. El que se vino con 800 fotos de sus críos. El que se separó una vez. El que se separó dos veces. El que se separó tres. Está el que nunca se casó y vive una eterna adolescencia: “Anoche estuve en la Creamfields, loco”, te tira el cuarentón. “No sabés; una de pendejas...”.

La guita y el progreso laboral son motivo de orgullo para unos y una pesada carga para otros. “Soy el CEO de una multinacional y tenemos las oficinas en Puerto Madero. No te imaginás lo que es. Primer Mundo, macho”, te escupe uno, mientras le da una larga aspirada a un habano. Y en ese momento te acordás de cuando le prestabas las chirolas para que se pudiera comprar el "chegusán" en el recreo. “¿Y a vos, che? ¿Cómo te fue?”, te pregunta el mismo personaje. Y no te queda otra que confesarle que estás cobrando un Plan Trabajar, pero se lo decís bajito para que no trascienda demasiado. “Pero es momentáneo, ¿eh?...”, le aclarás por las dudas, como si esto te diera otro status. “Yo en este momento no estoy haciendo nada...”, agrega un tercero. “...Para cobrar un sueldito de 500 mangos me quedo en mi casa. Yo estoy esperando que salga algo de lo mío”, remata canchero para que quede claro que es un desocupado VIP. “¿Y de Federico saben algo?”, pregunta el del habano. "Sigue metido con el teatro", acota alguien que asegura verlo con frecuencia. “Je, no cambió nada Fede. Siempre haciendo las mismas boludeces”, dispara despectivo el winner de Puerto Madero.

Los gustos y las costumbres también se enarbolan como un símbolo de juventud y progreso. Uno se jacta de hacer pilates y salir a correr 3 veces por semana con un personal trainer. Otro comenta que se mudo a un country, que se hizo fana del sushi y de la TV digital, y que acaba de viajar a Inglaterra para presenciar el último recital de Coldplay. Un cool, el tipo. Vos, en cambio, anunciás que el lunes vas a comenzar la dieta para bajar los 40 kilos que tenés de más y que para tu cumpleaños, tu jermu te regaló un compilado de Cacho Castaña. Pero en cassette, porque el reproductor de CD lo tuviste que vender para pagar las expensas de tu monoambiente de Fuerte Apache.

Si el grupo de “ex” en cuestión era mixto se genera, claro está, una expectativa extra. Querés ver cómo está ahora la chica que te gustaba, y también querés saber si la que no te gustaba, con los años mejoró. Por ahí en una de esas... De repente sentís un alivio bárbaro al ver que la otrora infartante Carmencita hoy parece una criatura salida de los avernos, pero te la querés cortar en pedacitos al ver que ese bagayito que siempre descartaste, hoy es una diosa que está felizmente casada y con un chabón que te triplica en facha.
Los temas de conversación giran casi exclusivamente en torno a esa actividad que los unió en el pasado. “¿Te acordás de Jorgito? ¡¡¡Tenía menos fútbol que la revista Para Ti!!! ¡¡¡Jua, jua!!!”, vocifera uno si los muchachos en cuestión se dedicaban a correr atrás de la redonda. “¿Se acuerdan del día en que se nos cayó el cielo raso mientras dábamos el examen de matemática?”, rememora otro si el grupete se conoce de la secundaria. Y así irán evocando cosa por cosa hasta que los recuerdos se vayan escurriendo como por el agua a través del orificio de la bañadera y se haga la hora de irse cada uno a su casa.

Y duele decirlo, pero la despedida tiene sabor a un “hasta siempre”. Excepto dos o tres nostálgicos, la mayoría sospecha que el próximo encuentro tiene fecha incierta. Y es lógico; ya no hay expectativas, no hay historias que recordar y no hay vidas que contar. También hay fracasos que ocultar. Lo que acaba de ocurrir fue un flash, un liso y llano viaje en la máquina del tiempo, un efímero tour al pasado con pasaje de regreso al presente. Porque todos deben continuar con sus ajetreadas vidas, darles de morfar a sus hijos y sobrevivir en sus trabajos. Ya no somos los mismos.

Finalizado el encuentro, y ya en la calle, las escenas se repiten: abrazos fraternales e interminables, lágrimas, el clásico “saludos a tus viejos”, alguien que te pregunta por tu hermana o por tu perro, intercambios de mails, charlas de último momento de aquellos que en la reunión no se dieron ni cinco de bola... Y mientras el winner de Puerto Madero pone en marcha su Audi último modelo y pregunta si “acerca” a alguien, se escucha por ahí esa frase/expresión de deseo que de tan repetida se vuelve graciosa, vacía, insoportable: “¡¡Che, tenemos que vernos más seguido!! ¡¡Que no se corte!!”.