lunes, 10 de agosto de 2009

Las nuevas formas de soplar la velita


Cuando era niño, los cumpleaños de mis amigos, primos o compañeritos de colegio se festejaban en el domicilio de los susodichos. Había mucho sandwichito de miga, chips, masas, gaseosas, globos, cotillón y, finalmente, la torta. Por supuesto, la tarasca para bancar toda esa joda salía de un único bolsillo: el del homenajeado, o mejor dicho el de sus papis. Uno solamente tenía que caer con el regalito en mano, bien empilchado, bien peinado y con ganas de lastrar y divertirse. ¡Qué tiempos aquellos!
En mi caso, esta costumbre se mantuvo siempre así hasta que, algunos años más tarde, ya en los albores de mi juventud (hace tanto, la puta madre), fui invitado a un cumpleaños que, sin sospecharlo, le iba a extender el certificado de defunción a toda una época signada por el convencionalismo, la formalidad y el romanticismo. El controvertido festejo transcurrió en un restaurant y la homenajeada era una conocida de aquel entonces. Durante la cena todo era alegría, bromas y buena onda... hasta que llegó la cuenta. La chica agarró la dolorosa papeleta y sin que le temblara el pulso anunció: “son tantos pesos por persona”. Todos nos miramos sorprendidos; estábamos siendo testigos del nacimiento de una nueva era: la de los cumpleaños modernos.

SALE A LA ROMANA Y NO SON RABAS
El cumpleaños “a la romana” (se divide la cuenta en partes iguales, como se vio en el ejemplo de arriba) ya se ha extendido a todos los ámbitos. Es que hoy en día la situación económica no está como para darle de comer a 20 monos hambrientos. Eso está claro, no se discute. De todas maneras, no deja de generar situaciones incómodas y confusas.
Una de ellas se presenta cuando el homenajeado no evalúa el estado financiero de los invitados y decide festejar a lo grande. “El cumple lo hago en el ‘Pindonga Bistró’ de Puerto Madero”, te dice tu amigo. Y ya sabés que, además de la billetera llena, tenés que llevar un potecito de vaselina porque te va a doler. “¿Y qué onda el regalo?”, te pregunta otro amigo que también va a concurrir al evento. “¿¿Queeeeé?? ¿Encima hay que hacerle regalo? Que se vaya a la puta madre que lo parió”, reaccionás vos indignado. Es que si hacés cuentas ¿cuánto te va a salir la joda?
En ocasiones, el organizador se apiada de sus amigos pobretones y decide hacerse cargo de, por ejemplo, las bebidas. Vendría a ser una semi-romana. Pero a no ilusionarse; esto, en vez de solucionar, embarulla las cosas. Y lógico. ¿Qué se le hace al tipo, entonces? ¿Un semi-regalo? (el tema de la compra del regalo merece un post aparte).

DE CADA PAGO UN PAISANO
“No hay que mezclar la hacienda”, es el lema que tenemos con un pequeño grupo de amigos a la hora de organizar una cena o festejo. Y lo respetamos a rajatabla. Es decir, tratamos de invitar a gente que se conozca entre sí. La idea es que haya historias y códigos de humor en común, ya que de ese modo nos garantizamos una velada amena y divertida para todos.
Hay otros que piensan lo contrario y juntan a la Biblia con el calefón. El único que los conoce a todos es el del cumpleaños. O sea, primero se asegura su diversión, y el resto... el resto que se arregle como pueda. La celebración puede ser en un restaurant, en un club o en un departamento, lo mismo da. “Reunión china”, la llamo yo: un compañero de la facultad, una amiga de yoga, un compañero del laburo con su tercera esposa, un primo desubicado que, a fuerza de chistes malos, quiere copar el protagonismo de la fiesta, una tía recién separada que viene en busca de carne fresca, un vecino que fue invitado sólo porque colaboró con un par de sillas, una ex tuya que trajo un amigovio para refregártelo en la jeta... Y todos riéndose de cosas que jamás alcanzan a entender muy bien porque se trata de humor interno o sectario.


VENI CUANDO QUIERAS
En cualquier cumpleaños moderno que se precie, es re-top llegar tarde. Y si sos el agasajado, muchísimo mejor. Llegar a horario es demodé, por no decir para boludos.
Hace poco fui a un festejo en un restaurant (sistema de pago a la romana, ni hablar). “Venite a las nueve y media”, me dijeron. Perfecto; día de semana, buena hora para cenar, pensé. Al llegar creí que habíamos caído al lugar equivocado: vi una mesa para unas 20 personas, sí, pero ocupada nada más que por una parejita. Ahí solitos con su alma. “¿Ustedes vienen al cumple de fulano?”, les pregunté para despejar toda duda. Al contestarnos que sí nos sentamos. Y esperamos. Diez menos cuarto, nadie. A las diez, nadie. Diez y cuarto, nadie. Diez y media recién empezaron a caer algunos personajes. El del cumpleaños cayó a las once.
La situación produce un cierto fastidio, por no decir que te da por el quinto forro de las pelotas. Una de dos: o hacés un pequeño esfuerzo para ser puntual, o citá a la gente a la hora que pensás aparecer vos. Después yo decido si voy o no.

FUNCION TRASNOCHE
“Lo festejo en un boliche; venite tipo una”, te dice entusiasmado otro de los modernos cumpleañeros. O sea, hay que concurrir comido, esto está claro. La cagada es que a la una ya estás más para el sobre que para el reggaetón. Además, seamos sinceros, ¿qué carajo podés festejar adentro de un boliche? Hay un ruido insoportable (esta es una apreciación mía, de viejo choto), no podés hilvanar una conversación con nadie, terminás saltando sin saber porqué en el medio de la pista, todos le quieren tocar el culo a tu novia, los que están solteros se van de cacería por ahí, cada uno hace la suya, nadie se entera quién estuvo y quién no... Todo conduce a la despersonalización del homenaje y a un ejercicio darwiniano de supervivencia del más apto. Pero el tipo lo festejó en el boliche de moda. Dejá que hable la gilada.
Consejo: no vayas una mierda y un par de días después lo llamás a tu amigo para confesarle lo bien que la pasaste. Ni se va a dar cuenta que no fuiste. Te lo aseguro.

TOCO Y ME VOY
Lo que para vos es “la” salida de esa noche, para otros es solo el aperitivo, una entradita en calor, una fracción de algo que tiene que durar hasta las 6 ó 7 de la mañana.
Estás de festejo en un restaurant y de pronto observás intrigado que el grupete de las solteras se va yendo por tandas hacia el baño y vuelven más pintarrajeadas que jefe indio para el ritual de la lluvia. “Sorry tsicos, nosotras nos vamos a bailar”, anuncia una de ellas en representación de todas. Y si esto te descoloca, tu capacidad de asombro colapsa al descubrir que dentro de ese contingente que emigra está... la del cumpleaños!!!! La fiesta queda insólitamente acéfala y sin rumbo (bah, nunca lo tuvo). Eso sí, las chicas dejarán paga su consumición en base a un calculo hecho al voleo, lo que casi siempre provocará un “faltante” al momento de garpar la cuenta. “Pongamos 10 pesos más cada uno”, se animará a sugerir algún voluntarioso para cubrir el agujero. Y andá a cobrárselo a Cadorna.

Como manifesté más arriba, la situación económica actual no está para realizar esos mega cumpleaños a la vieja usanza. Esa época ya fue. Ojalá pudiéramos bancar una fiesta para todos nuestros amigos y agasajarlos como se merecen. A quién no le gusta recibir regalitos y todo eso.
Los “cumpleaños modernos” son un fiel reflejo de estos tiempos y es imposible nadar contra la corriente. Hay que adaptarse. Lo que sí debería ser eterno es el criterio, el sentido común, la lógica y el respeto. ¿No creen?

5 comentarios:

Armando De Giácomo dijo...

Sí, es verdad, me faltó describir ESE que decís vos.
Aunque igual aparece medio disfrazado en uno de los tantos tipos característicos.
Creo que si sigo con esta temática de "usos y costumbres" me voy a quedar sin amigos.

Erica dijo...

Buenísimo, señor!! En mi caso particular, lo festejo en casa, con poca gente y cocino para todos. Nadie pone un mango. Odio que me inviten a un restó de moda y del tipo "cena- show-baile" donde la cena es una bosta, el show es del típico traba de dudoso buen gusto y el baile es como el de un casamiento, pero sin los novios...
Mi cumpleaños es en noviembre: hay pizza y empanadas, cerveza y algún tintillo con tres amigos locos. Venite!

Saludos

Armando De Giácomo dijo...

Gracias x tus comentarios, Erica!!
Veo que todavía queda gente a la que le gusta festejar "a la antigua".
Y eso de la "cena-show-baile"... No me hagan hablar que me broto...
Y gracias x la invitación! En noviembre... Lo voy a agendar! Jajaja!!!!
Saludos.

Unknown dijo...

Armando

Tenes que predicar con el ejemplo y no con las palabras, invita a todos a un cumple como la gante y despues sentate a esperar que te retribuyan el gesto. Te animas?


Sañudos

Armando De Giácomo dijo...

Jajaja!!!! Tenés razón, voy a esperar sentado, Horacio!!!
Saludos.