lunes, 10 de abril de 2006

Para un argentino no hay nada peor que otro argentino... ¡al volante!


Parafraseando al General Perón, lo que acabo de decir es muy, pero muy serio. El mal comportamiento de los automovilistas argentinos es un tema que me obsesiona y una de las poquísimas cosas que logran sacarme de las casillas.

EL VALE TODO
Si alguien en el mundo se rompió la cabeza para crear las leyes del tránsito, el argentino hace lo propio para violarlas. Porque sí. Respetar las reglas es de boludo.
A saber. Doblar en "U" donde no está permitido. Girar a la izquierda en avenidas de doble mano y con semáforo. Estacionar en doble fila taponando la circulación. Circular por la banquina cuando la ruta se pone pesada, burlándose de todos aquellos "boludos" que decidieron respetar el orden de la caravana. Cubrir con un cartón o trapo la patente trasera para evitar las multas fotográficas (muy de moda ultimamente, y nadie hace nada). Acelerar en vez de aminorar la marcha cuando un peatón amaga poner un pie en la calle para cruzar. Estacionar sobre salidas de garages u obstruirlas parcialmente. (
"¡Que se deje de joder, si total por este lugarcito sale!", se justifica mas de uno). Estacionar tapando las rampas para discapacitados (esto es de una hijoputez total). Y por último, lanzarse a cruzar igual una bocacalle pese a que el atascamiento de adelante no deja meterse. Se cagan en los que avanzan por las laterales. Solo saben que en cuanto su columna comience a moverse ya estarán del otro lado.
Estas son algunas de las tropelías mas comunes a las que nos tienen acostumbrados los automovilistas vernáculos. Si alguien sabe más, que cuente.

POLE POSITION
"Yo manejo rápido pero manejo bien", se escucha muy a menudo por ahí. Y quizás tengan razón; jamás chocaron ni levantaron a nadie por el aire. Pero no dicen a cuántos peatones infartaron pasándoles a milímetros de las piernas ó haciéndolos correr por sus vidas porque vienen con onda verde. "El problema son los que van a 20; esos son los que te frenan el tráfico", vociferan con aires de sabios de fonda. Sí, los que se atreven a frenar la carrera loca de ellos, querrán decir.
Si alguien osa circular por el carril rápido (el de la izquierda) a una velocidad menor que la de ellos, le enchufan un festival de luces altas que el pobre no sabe si lo que viene detrás es un avión o un OVNI. Está bien, dicha mano es solo para pasar vehículos y nadie debe ocuparla para pasear. ¡Pero también les hacen luces a los que van por el medio y por la derecha! ¿Qué hacen ahí si quieren ir rápido? Es que todo vale si el objetivo es ganar posiciones. "Córranse que vengo yo", significa la encandilada de nuca. Y no les importa si ese auto no puede realizar la maniobra requerida porque a su vez está pasando a otro, ó tiene al Flecha Bus de dos pisos al costado. "¡¡Correte YA!!", es la orden. Si finalmente logran pasarnos pese a no habernos hecho a un lado, nos dedican una mirada de odio mortal mientras balbucean una puteada que le brota desde lo mas profundo de su alma.
Capítulo aparte merecen colectiveros y taxistas. Los primeros se desesperan por pasarnos ¡para detenerse a los pocos metros en la parada! La metamorfósis que sufren los segundos es sorprendente. Vacíos van a paso de hombre y con la paz interior de Gandhi; apenas sube un pasajero se convierten en seres poseídos por el Demonio.
En resumen: el tráfico debe responder a sus propios intereses. Debe abrirse como las aguas del Mar Rojo ante el paso de Moisés.




LA PACIENCIA ES MALA CONSEJERA
Otro calvario son los que nos hacen luces mientras estamos detenidos en un semáforo y este va cambiando del rojo al verde. ¡Ya nos apuran a partir del amarillo, carajo! La mayoría de las veces aplicando bocinazos desesperados también. ¿Qué pretenden? ¿Que uno ponga primera en una pendejésima de segundo y salga arando? No todos tienen training de F-1. Tienen que considerar que el de adelante puede sufrir algun problema psicomotriz, o que simplemente no quiere consumir medio tanque de nafta en una acelerada. Y son los mismos que estando en primera fila, la transición ya los encuentra con el auto varios metros adelantado, intimidando, y no es para menos, a peatones, y a los que cruzan con el último aliento de su luz verde. Lo más gracioso es que a todos estos apurados los encontramos cara a cara en el siguiente semáforo. Los argentinos aprendimos a manejar con 8 dedos; de los 2 dedos restantes uno está fijo sobre la bocina y el otro sobre las luces. Hagan el siguiente ejercicio (cuando estén al pedo, obvio): párense en algún semáforo de calle con mucho tránsito, y cuenten cuántas décimas de segundo transcurren hasta escuchar el primer bocinazo a partir del cambio del rojo al verde. Se van a sorprender.
"¡¡¡Daaaale, boludoooo...!!!", recibe como estentóreo piropo aquel que por algún motivo no avanza. Es que el auto tiene esa maravillosa ventaja de mantener a su dueño en el anonimato. Nadie insultaría en la cola del súper o en la del banco porque ahí hay que poner la trucha. Y puede terminar rota.
Y está el pobre cristo que intenta estacionar en una calle angosta mientras los que esperan detrás en fila india lo fustigan a bocinazos. La orden es clara: "Andate a dar una vuelta manzana y estacionás después, macho; primero paso yo". Lo único que logran es ponerlo nervioso y seguramente va a demorar más. Caso parecido es el del auto que se detiene para dejar pasajeros. El de atrás VE que está bajando gente (muchas veces personas mayores con problemas) y toca bocina igual, aturdiendo a medio vecindario.
Barreras bajas y embotellamientos exasperan a más de uno, que intenta destrabar el tráfico a bocinazo limpio. Y este impulso es como contagioso; a veces nadie toca, pero basta que alguien se anime para que todos los boludos se enganchen detrás. ¿De veras piensan que colgándose salvajemente de la bocina lograrán levantar las barreras ó desatar como por arte de magia el nudo gordiano que se formó entre dos avenidas? Usemos la lógica alguna vez. El 100% de los automovilistas detenidos lo que más quiere en el mundo es avanzar. Nadie en su sano juicio desea plantificarse porque sí en el medio de la calle. ¡Entonces si no arranca es porque no puede, carajo! ¡No lo martiricen a bocinazos! No martiricen al resto de los vecinos que seguramente duermen, trabajan, o estudian en las inmediaciones del batifondo. Me gustaría que mientras maldicen en el interior del auto piensen en el verdadero drama de los que esperan ayuda humanitaria ó un órgano para ser transplantados.

BREVE EPILOGO
Bien, queridos amigos... muy poco conozco del resto del mundo, pero los argentinos al volante son una raza de temer; una raza en vías de expansión si no se toman medidas ejemplares para impedirlo. Y cuando digo ejemplares no me refiero a controles que duran escasos 2 meses y que solo buscan recaudar.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Armando, Armando: convengamos que sos medio "pecho frío" para manejar. La última vez que renové el Registro de Conductor de la Ciudad de Buenos Aires, tuve que asistir a esas embolantes "charlas de concientización", el Instructor preguntó a la audiencia; éramos unos 60; a qué conductores considerábamos más peligrosos. Levanté mi mano, y con mi mejor cara y voz a lo Jack Nicholson, le dije: "A los que manejan lento en las autopistas". Los otros 59 se dieron vuelta para mirarme, tras lo cual; y con absoluta frialdad; expliqué los riesgos de desacelerar violentamente ante la lentitud de un conductor de otra época qwue bloquea nuestro paso, nos pone en riesgo y él se pone en riesgo. el "tiene razón" de parte del Instructor fue la mejor prueba de que no estoy equivocado. El 31/12/05 al mediodía, le puse 2 Hs. 15' desde la Costanera de Rosario hasta Panamericana y General Paz. Tuve que parar en 3 peajes y cargar nafta en el ACA de Benavídez. Te cuento que son más de 300 Km. Los 350 Km entre Avellaneda y la entrada de Cariló los he cubierto en 2 Hs. 50'. En más de una oportunidad andando por Figueroa Alcorta, pasé frente a ATC a 150 Km/h. Una vez de noche, le corrí a un Fiat Palio preparado, todo el trayecto de la Autopista a Avellaneda desde constitución. Al llegar al Nuevo Puente Pueyrredón, la aguja marcaba 185 Km/h, a tirar cambios, 5°, 4°, 3°, 2° y tomar la curva y contracurva en bajada y sin peralte. Te animás a alguna de estas cosas abuelo? Tenés idea de la adrenalina que fluye por tu cuerpo y especialmente por tu mente cuando la aguja del acelerador se acerca a los 200 Kmm/h? Definitivamente, la calle actual no es para vos, y menos para los Renault 12!!!

GUY MONTAG

Armando De Giácomo dijo...

Bueno, Guy, veo que me conocés o al menos alguien te habló de mí. Al leer tus primeros comentarios te confieso que me estabas cayendo simpático. "¡Qué grande este chabón, piensa como yo!", exclamé para mis adentros. Pero acá me parece que volcaste (justamente hablando de autos); estás más cerca de Sebastián Cabello (te acordás quien es, ¿no?, el que mató a una mujer y a su hija mientras corría una picada) que de ser un lector de la revista Barcelona. Un abrazo.