lunes, 27 de diciembre de 2010

Che, si no te veo, felices fiestas

Por varios motivos, la llegada de fin de año es movilizante, creo que nadie lo pone en duda. Se mezclan un poco el sentimiento religioso de la Navidad, el espíritu familiar, la amistad, los balances personales y, por supuesto, el deseo de paz, salud y un futuro mejor para los 365 días que se avecinan. Pero claro, antes está la previa, ese estresante período durante el cual aparecen personajes, situaciones y mandatos sociales que logran que, para algunos, las fiestas encabecen el ranking de lo más odiado junto al calor, los cortes de luz, los piquetes y el aumento del pan dulce.

Si hay un clásico de fin de año son los encuentros, las cenas y las despedidas. No pueden faltar. Tenés la del laburo, la de los muchachos del club, la de yoga y hasta la de esa Asociación de Amigos del Café Cortado en la que te engancharon allá por julio. Y todo debe entrar a presión en ese afiebrado lapso de tiempo que arranca en los albores de diciembre y culmina en las vísperas de la Nochebuena. Por supuesto que siempre hay algún ansioso que prefiere no esperar hasta último momento y te arma la cena de fin de año en noviembre. “Pero si todavía falta un mes”, reaccionás vos sorprendido. “Lo que pasa es que en diciembre la gente está enquilombada y encima no encontrás un puto lugar para reservar”, te contesta el precavido organizador invocando una dudosa lógica. Así las cosas, llegado el fin de año propiamente dicho, aquella cena habrá quedado tan lejana que tienen que volver a organizar otra para despedir a diciembre.
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A juntarse que se acaba el mundo, parecería ser la consigna, lo que convierte la vida de algunos en una alocada carrera contra reloj. “Che, tenemos que vernos antes de que termine el año”, te dice un amigo de esos que no ves en la reputa vida. Y sólo la proximidad de estas fechas tan sacras hace que no lo mandes a cagar a los yuyos. Es que analizándolo bien, esta frase es tan vacía como ridícula, por no decir pelotuda: ¿qué irá a pasar después del 31 de diciembre que este nabo tiene la necesidad de verte justo ahora? ¿El fin del mundo? ¿Una guerra nuclear? ¿Un tsunami en el Riachuelo? Obviamente será solo una falluta expresión de deseo. Hacé la prueba: en cuanto lo apures con alguna fecha concreta huirá despavorido aludiendo la compra del pesebre, el almuerzo con la gente de pilates o una cita con la modista para que le haga entrar ese disfraz de Papá Noel que va a usar el 24 para entretener a los pibes.
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Y así como la proximidad de las fiestas son una buena excusa para verse, también lo son para lo contrario. “Mmmm... Después del 15 estoy complicado... Por las fiestas, ¿viste? Yo te diría que mejor lo dejemos para los primeros días de enero, ¿qué te parece?”, se ataja ese amigo tuyo de la infancia sin revelar los detalles de aquello que lo “complica” tanto. Aunque conociéndolo, ya imaginás que en enero el problema va a ser el calor, en marzo el comienzo de las clases y en abril las elecciones en el Sindicato de Pintores de Brocha Gorda, del cual es vice-vocal suplente.
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Los saludos también forman parte del folklore navideño. Con la ayuda de la tecnología, hoy en día tenemos diferentes maneras de expresar nuestros deseos de amor y prosperidad hacia el prójimo. Si hasta no hace mucho te saludaban personalmente, por teléfono o vía tarjeta navideña, en estos últimos años se han agregado los mails, los mensajes de texto y las redes sociales como facebook o twitter. Y está todo bien; el problema es cuando alguien se entusiasma y utiliza a todos estos medios juntos. Primero te desea “felicidades” personalmente al finalizar alguna de las cenas mencionadas más arriba, después te saluda por mail (generalmente una cadena a 500 desconocidos, quienes tienen la gentileza de reenviarte todos los agradecimientos a vos también), días más tarde te manda un mensaje o escribe en tu muro de facebook, el 31 mismo te saluda por teléfono, y minutos antes de las 12 te envía un efusivo SMS deseándote feliz 2011. Digo: ¿hace falta tanto? Pregunto otra vez por si no se entendió: ¿hace falta tanto? Lo más grave y tedioso es que te obliga a responderle, caso contrario quedás como un soberano mal educado. “Si a este chabón ya lo saludé ayer en la oficina. ¿Cuántas veces le voy a desear lo mismo, la puta que lo parió?”, saltás vos ya un poquito sacado, mientras se te cae al piso el vitel thoné y tu jermu te empieza a ver como un loco con marcada tendencia antisocial. Lo que abunda no daña, dicen, pero a veces rompe bastante las pelotas.
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Cuestión aparte es el enorme sinsentido de algunos saludos, frases y preguntas. “Che, lo mejor para esta Navidad. En serio, ¿eh?”, te desea uno. No, si va a ser en joda, tenés ganas de decirle. Y en realidad te deja pensando: ¿qué es lo que te tiene ocurrir durante las escasas 24 horas que dura la Navidad para que sea considerado como “lo mejor”? ¿Encontrarte un maletín con 50 lucas verdes? ¿Llegar a tu casa y que te espere Jessica Cirio en baby doll? “Que empieces muy bien el año”, te desea otro. Muchas gracias, le contestás amable; ¿pero qué onda para los 364 días restantes? ¿que te parta un rayo? “¿Cómo pasaste las fiestas?”, te pregunta algún curioso en la oficina. ¿Y qué tiene de particular una cena en familia para que alguien quiera saber cómo la pasaste? ¿Cuántas veces en el año te juntaste con tu parentela y nadie te preguntó un carajo? Seamos realistas, las fiestas son cuatro jornadas donde todos se cagan de calor, morfan y chupan a reventar y se la pasan hablando del conventillo de Tinelli. ¡¡No son vacaciones en la Polinesia!!
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En fin, las fiestas ya están entre nosotros y, polémicas al margen, hay que estar preparado para hacer llegar nuestro tierno mensaje de amor y esperanza. Aunque abunden. Es que si después de este post todavía me queda algún amigo... ¿cómo no le voy a desear unas 40 veces “lo mejor”?
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FELIZ 2011 PARA TODOS.

lunes, 13 de diciembre de 2010

Los terroristas del asfalto


Decir que en la Argentina hay cada vez más autos no es ninguna novedad y hoy en día manejar es casi como practicar turismo de aventura. En la calle podemos encontrarnos con piquetes, actos, escraches, embotellamientos, barreras bajas, desvíos, rutas cargadas, semáforos mal sincronizados... lo que se te ocurra. Pero se vuelve una pesadilla de tiempo completo si además tenemos que lidiar con automovilistas como los que se describen a continuación. Le dan el registro a cualquiera, che.


EL AUDIO-VISUAL DINAMICO
Si bien su nombre es complejo, es fácil de reconocer. Es uno de los personajes más comunes y actúa con el tráfico en movimiento. Este especímen aprendió a manejar con 8 dedos; de los 2 que le sobran, uno está fijo sobre la bocina y el otro sobre las luces. Si cometés la “torpeza” de circular más lento que él, te somete a un show lumínico-sonoro al punto de no saber si te persigue un OVNI o un Phantom F-4. “Correte que vengo yo”, significa la encandilada de nuca. Y le importa un carajo si de un lado tenés al mionca de B.J. Mc Kay y del otro te viene cuerpeando el Flecha Bus de dos pisos. “¡¡Correte-YA!!”, es la orden. Si finalmente y a pesar de todo logra pasarte, te dedica una mirada de odio mortal mientras balbucea una puteada que le brota desde lo mas profundo de su ser. En resumen: el tráfico debe responder a sus propios intereses. Debe abrirse como las aguas del Mar Rojo ante el paso de Moisés.


EL AUDIO-VISUAL ESTATICO
A diferencia del personaje anterior, entra a tallar cuando el tráfico está detenido. Lo sacan de quicio los embotellamientos y las barreras bajas. Su arma predilecta es la bocina, como si alguna vez hubiera llegado antes a algún lugar por hacerla sonar salvajemente. Y su impulso irracional es contagioso, basta que se anime a meter ruido para que una manga de energúmenos como él se enganchen en coro. En su intolerante desesperación le da lo mismo apurar al que está estacionando como al que está ayudando a bajar a su abuelita de 105 años. Su mensaje sonoro y visual se traduce de una sola manera: “andate a dar una vuelta manzana y volvé después, macho; primero paso yo”. En ocasiones traspasa los límites del buen gusto y cambia bocinazo por insulto. “¡¡¡Daaaale, boluuudoooo...!!!”, le recita efusivamente al que por algún motivo no avanza. Es que el auto posee la maravillosa ventaja de mantenerlo en el anonimato. Jamás insultaría en la cola del súper o en la del banco porque ahí hay que poner la trucha. Y puede terminar rota.

EL SOPLANUCA
Es el que se te pega al paragolpes trasero, así vayas a 180 kilómetros por hora. Te quiere pasar pero no te lo avisa ni con bocina ni luces; es un sádico que juega con tus nervios. Sabe que más temprano que tarde vas a hacerte a un lado porque no resistís la presión; no soportás ver su mirada fría por el espejo retrovisor. Además de molesto, es temerario y arriesgado: una pequeña y accidental caricia en tus frenos haría que este sujeto entre por tu baúl y sin necesidad de usar la llave.

EL REY DEL SLALOM
Variante más resolutiva del soplanuca y el audiovisual. Las calles y avenidas son como un excitante videojuego donde los demás autos son obstáculos a esquivar. Antes que esperar a que el de adelante acuse recibo y se corra, prefiere pasar a la acción. No se casa con un carril determinado, va buscando oportunidades y huecos según el dibujo que le ofrezca el tránsito. Podes verlo sobre la vía de la izquierda y al ratito rompiéndole las pelotas a los que van tranquilos por la derecha. Si a 50 metros lo espera un semáforo en rojo, lejos de apaciguarse te va a sobrepasar igual y se va a colocar nerviosamente adelante tuyo para tener la pole position. Lo mejor es quedarse inmóvil y dejarlo trabajar. Este personaje piensa –y maneja- diez veces más rápido que el resto y cualquier maniobra que hagamos para defendernos puede terminar en piña. Y encima te va a echar la culpa a vos.

EL ANSIOSO
Personaje que no soporta estar detenido en los semáforos. Si permanece esperando detrás tuyo, ya a partir del amarillo empezará a martirizarte con luces y bocinazos para que en una pendejésima de segundo salgas arando. Como si tu Renault 9 o tu Duna ’88 gasolero tuviera la caja de un Porsche Carrera. La cosa se pone peor aun si le toca esperar en primera fila. Si el rojo dura un minuto, a los 30 segundos ya invadió la senda peatonal cuando no directamente la calzada de los que vienen de costado. Intimida a los automovilistas que cruzan con el último aliento de su luz verde y aterroriza a peatones, obligándolos a correr por sus vidas, así sean niños, ancianos o gente con muletas.

EL BANQUINERO
Como su nombre lo indica, este personaje es exclusivamente rutero. Aparece toda vez que el tráfico se pone pesado, pero alcanza su apogeo en los cambios veraniegos de quincena o los fines de semana largos. El banquinero tiene una premisa que trata de defender a capa y espada: no detenerse jamás. La ruta ofrece miles de rebusques y posibilidades antes que resignarse a esperar en fila india como un boludo y llegar a la Costa en 14 horas. ¿Querés divertirte un rato? Mientras esperás que la caravana se mueva apoyá las ruedas derechas arriba de la banquina y hacelo sufrir.

EL WATSAPERO
Hijo bobo de la tecnología, este tipo de conductor es muy fácil de detectar. Si ante el cambio del rojo al verde ves que no arranca, apostá 100 contra 1 que está pelotudeando con el celular. El watsapero no puede esperar a llegar a destino, lo suyo es urgente, así sea contarle 50 veces a su novia lo mucho que la quiere, o escribir en twitter que el tráfico por Avenida Córdoba está imposible. Con foto incluida, por supus.

EL TRANSGRESOR
Si alguien en el mundo se rompió la cabeza para crear las leyes de tránsito, este sujeto hace todo lo posible para violarlas. Gira a la izquierda en avenidas de doble mano y con semáforo. Estaciona sobre las salidas de garage u obstruye las rampas para discapacitados. Cubre con un cartón o trapo la patente trasera para evitar las multas fotográficas (muy de moda últimamente y nadie hace nada). Se lanza a cruzar una bocacalle pese a que el atascamiento de adelante no deja meterse, cagándose en los que avanzan por las laterales. Pasa a otro auto en sitios de doble línea amarilla. Su picardía criolla no tiene límites. Es más, este individuo cree que el cambio del semáforo verde al rojo es como la fecha de vencimiento de los alimentos: se puede estirar un poquito más que total no pasa nada.

EL VENGATIVO
Es quizás el personaje más hijo de puta y peligroso de todos. Desairado por una “mala” maniobra tuya, busca justicia por mano propia usando su auto como arma. En algunas ocasiones amaga tirártelo encima y en otras te encierra, pasándote a milímetros de la carrocería. No le da el marote para darse cuenta de lo riesgoso que es jugar a los “autitos chocadores” en calles de verdad. Consejo: medí tus reacciones porque este sujeto es de los que suelen andar enfierrados, y por hacerse el Chuck Norris puede desatar una tragedia en cuestión de segundos.

EL TAPÓN
También conocido históricamente como “dominguero”. Es el que ocupa los carriles izquierdos y no va a más de 20. Es tan peligroso como el que va a 100 haciendo slalom. Encontró su lugar en el mundo y allí se queda feliz. Hace oídos sordos a las puteadas y bocinazos de los automovilistas que viene apilando detrás suyo desde cuadras y cuadras. Cree que no son para él. En ocasiones puede ir buscando una dirección o está por mostrarle a su jermu esa parrillita donde se come bárbaro. Cree que el botón rojo de la baliza es para llamar a los bomberos.

EL TEMEROSO
Generalmente aparece en las avenidas y los días de tráfico pesado. Maneja con el pie arriba del freno por si las moscas. Respeta exageradamente la distancia entre auto y auto como si el de adelante llevara 5 barriles con el virus del Ébola. Sacátelo rápidamente de encima porque te vas a comer todos los amagues y las luces de stop te van a dejar ciego.

EL MUSICALIZADOR
Vos pensás que estás pasando frente a un recital al aire libre o a una sucursal de Musimundo, pero no. Error. Buscá a tu alrededor porque seguramente vas a encontrar a un ejemplar del musicalizador. Fanático del tunning, hay que reconocerle una virtud: no es egoísta y baja las ventanillas para compartir los 500 watts que brotan de su autoestéreo con todo el mundo. Desde el conductor que circula a su lado hasta el que viene a una cuadra. Lo mejor que te puede pasar es que esta especie de DJ vial sea un rey del slalom y desaparezca de tu vista –y de tus oídos- lo más rápido posible. Caso contrario, si te toca ir por Rivadavia te va a hacer escuchar cumbia o reggaetón desde Congreso hasta Liniers.


LOS PROFESIONALES DE LA CALLE
No podía terminar este informe sin mencionarlos. Sí, adivinaste, son ellos: los colectiveros y los taxistas. Muchachos controvertidos, si los hay. Los primeros son los reyes del “cruce en rojo” y muestran conductas histéricas: te hacen luces y se desesperan por pasarte... ¡para detenerse a los pocos metros en la parada! Los tacheros, a su vez, son bipolares. Algo así como el Dr. Jekyll y Mr. Hyde. Cuando no llevan gente conducen a paso de hombre y con la paz interior de Gandhi. Nada los perturba. Apenas sube un pasajero agarrate: se convierten en seres poseídos por el Demonio.

Como se pudo ver en este informe, el mal comportamiento de los automovilistas vernáculos es un tema que me obsesiona y una de las poquísimas cosas que logran sacarme de las casillas. Es que los argentinos al volante somos una raza de temer; una especie en vías de expansión si no se toman medidas ejemplares para impedirlo. Y cuando digo “ejemplares” no me refiero a esos controles que solo buscan recaudar y a los dos meses quedan en el olvido.

domingo, 5 de diciembre de 2010

Un Chucky bueno


Para los que aun no lo conocen, Chucky De Ipola es un músico y productor argentino que tocó con bandas y solistas como Rata Blanca, Ratones Paranoicos, Guasones, La Mississippi Blues Band, Botafogo y Javier Calamaro, hasta que más tarde se convirtió en el tecladista de Los Piojos.
Paralelamente a su participación en la banda de Andrés Ciro, Chucky encaró un proyecto solista en búsqueda de otros sonidos más emparentados con el funk y la música electrónica. En 2004 editó “Electronic Jazz”, álbum que estuvo nominado a los Premios Gardel, y en 2008 editó su segundo trabajo, “Concreto Disco”, el cual incluye los dos temas que siguen a continuación.


Algo Especial


Searching

lunes, 29 de noviembre de 2010

Dime cómo bailas...

Ya me ocupé oportunamente de las fiestas de casamiento y de los videos de esos mismos casamientos. Y no fueron palabras bonitas, como habrán podido apreciar quienes siguen este blog. Pues bien, no las esperen tampoco ahora porque esta vez voy a poner la lupa sobre ese momento de la fiesta que tanto me rompe las pelotas: el del baile. Es decir, ese fatídico instante en el que cada invitado es empujado a dejar todo lo que está haciendo para zambullirse de cabeza en la pista, esté con una pechuga de pollo en la boca o no.
Concretamente me voy a referir al aspecto sociológico de esta manifestación de algarabía. Es que observando detenidamente a los individuos que componen a esa turba borracha y descontrolada, uno puede adivinar personalidades y conductas diversas. Que también las hay entre los que no participan, por supuesto. La pista es lugar de diversión, pero al mismo tiempo una especie de campo de batalla para la conquista y la seducción. No he ido a muchos casamientos últimamente (por suerte), pero me alcanza para trazar una pequeña galería de los personajes que suelen aparecer apenas se escuchan los primeros e insoportables acordes de cumbia o reggaetón.

LOS PRIMERIZOS
Como su nombre lo indica, son los que salen a bailar primero. No aguantan, les pica el culo. En el apuro dejan las servilletas en el piso o se enganchan con el mantel, amenazando tirar platos y copas a la mierda. Generalmente se trata de un matrimonio cincuentón que busca robar protagonismo a base de pasos raros y contorsiones. Él luce bronceado y ella pintada como una puerta. El mensaje que pretenden dar es claro: “miren qué pendejos y cancheros que somos; ¡aprendan, giles!”. Por supuesto, no pasa ni medio minuto hasta que ambos empiezan a hacer el clásico e insistente gestito con la mano para que salgan todos. Son de largo aliento. Cuando el disc-jockey ya está guardando los CDs para irse y los novios hacen fuerza para no dormirse parados, estos dos ridículos siguen dando vueltas como el conejito de las pilas duraderas.


EL TIO CARIÑOSO
Generalmente entrado en años y en kilos, este personaje aprovecha el quilombo generalizado para hacer lo que más le gusta y en otras circunstancias no podría: toquetear a las chicas. Llámese amigas de la novia o alguna sobrina adolescente que, según le contaron, hace rato que juega en primera. Con la mano que no usa para estos tiernos menesteres sostiene permanentemente una copa de vino y anda siempre arremangado para impresionar con sus relojes y pulseras de oro. Si con esta descripción todavía no lo sacaron, les doy otra pista: es el que termina con la corbata de vincha, la camisa abierta hasta el ombligo y el pantalón dejando ver la raya del culo.

LA CORPORATIVA
Es la rompe bolas que no para hasta hacer bailar a todos. Este personaje es mujer. Siempre. Al hombre le chupa un huevo quiénes están en la pista y quiénes no. Su obsesión merece un estudio psicológico serio; en su pasado debe haber algún trauma de abandono que se esfuerza en ocultar. De otro modo no se explica. Mientras se sacude desaforada, con los brazos llama nerviosamente a todo el mundo para que se sume. En ocasiones, su obsesión es personalizada y viene a sacarte por la fuerza tomándote de un brazo. No es de rendirse fácilmente y genera tanto escándalo y tensión alrededor tuyo que terminás dándole el gusto. Si torcés su voluntad se va ofendida y el mote de “amargo” te quedará para toda tu existencia.

EL DESAFORADO
Por lo general este sujeto no actúa solo sino en patota. Conforman el grupete de los mejores amigos del novio, quienes se creen con el deber y la obligación de “levantar” la fiesta. Bailan ensayando una especie de pogo y cantan los temas de moda con alaridos tribuneros. Toda forma de violencia les resulta insuficiente. Son los que usan el cotillón del carnaval carioca para golpear a todo el mundo en la cabeza y terminan revoleando al novio –o a la novia- hasta mandarlo al hospital. La cosa se pone aun más riesgosa si son amigos del fútbol o del rugby. En realidad lo que buscan es llamar la atención de las féminas solteras para que vean lo jodones y divertidos que son. Más allá de los juicios de valor y las apreciaciones psicológicas, es preferible tenerlos lejos porque pueden aterrizar accidentalmente arriba de un sobrinito y aplastarlo.

LA DESAFORADA
Versión femenina del personaje anterior con una diferencia: puede actuar sola porque no le teme al papelón. Llega con unos tacos aguja de 15 centímetros pero después del segundo o tercer tema termina descalza porque si se cae de ahí arriba se mata. Le da lo mismo bailar con un hombre, sola o con su bandita de amigas; su propósito es cantar, gritar, revolear el culo y liberar endorfinas. No necesita emborracharse porque la excitación es su estado natural y además corre el riesgo de culminar la fiesta sumergida en un pedo triste. Se muestra como una mina desinhibida y que va al frente, aunque, en realidad, el mensaje para el que la quiera conquistar es claro y honesto: se está llevando una loca suelta.

LA COREOGRAFA
Personaje del sexo femenino, sin discusión. Versión prolija y académica de la desaforada. Vedetonga frustrada, encuentra en las fiestas de casamiento terreno fértil para hacer docencia. Se sabe de memoria todos los pasitos de Chayanne, de Luismi, y las coreos de Tinelli. En dos minutos junta a un séquito de 5 ó 6 paparulos que la siguen embobados como a un guía espiritual. Con suerte, los más hábiles logran copiarla con un pequeño delay; el resto anda como turco en la neblina y hacen que la Mole Moli parezca Nureyev.

EL VOYEUR
Sentado en la oscuridad de las mesas, mira cómo los demás danzan y se divierten. Puede ser por timidez o porque odia bailar. Sufre porque no puede ocupar ese tiempo valioso en hacer otra cosa más que mirar. Es presa fácil de la corporativa, quien lo acecha desde la pista cual leopardo a un indefenso venado. A menos que domine a la perfección el lenguaje de señas, la imposibilidad de entablar un diálogo a causa del ruido confina al voyeur a la categoría de una planta. Suele quedar solo, a cuidado de alguna criatura o acompañando a una bisabuela que si ya era medio sorda antes de la fiesta, a partir de esa música estridente lo será del todo.


EL MEDIA TINTA
Como su nombre lo indica, este personaje presenta un comportamiento ambiguo: no baila ni se queda sentado. Permanece parado en la orilla de la pista como una manera de decir “participo pero hasta ahí”. A lo sumo aplaude y festeja algún que otro chiste pero no más que eso. Es un plateísta de lujo. Su plan secreto es ponerse a salvo de la corporativa, quien, mientras lo vea medianamente activo, no lo considerará como un objetivo inmediato.

LA MOMIA
Es fácil de reconocer: tiene look ochentoso y a la hora del dancing muestra menos cintura que un paquete de yerba. Es duro como rulo de estatua. No le pidan ritmo, cadencia ni los pasitos de moda porque se los olvidó en la cuna. A lo sumo alguna patadita al costado de las que hacían Silvana Di Lorenzo y Raúl Padovani en "Música en Libertad". Mientras el resto tiene las pulsaciones en 120, él anda por las 40 ó 45. De regreso a su casa cuelga la pilcha así como está porque ni transpiró. Para el caso da lo mismo que no baile porque parece que estuviera quieto. Su movediza compañera lo franelea y le revolea las tetas en la cara y el tipo mira al infinito sin inmutarse. Al verlo, uno se pregunta si para otros menesteres más pasionales también es así.

EL MAQUINISTA
Es el que arma el clásico e infaltable trencito. En vidas pasadas tal vez haya sido chofer del Roca, del Sarmiento o de la Trochita Patagónica. Al igual que el tío cariñoso, se abusa de esta “unión de vagones humanos” para palpar la cintura de las chicas. Claro que en este caso la cintura es una zona de límites difusos que se puede extender hacia arriba o, en la mayoría de los casos, hacia las anchuras de abajo. Para hacerse el boludo mira para otro lado y hace sonar la corneta que le dieron para el carnaval carioca. El maquinista también es corporativo y durante el sinuoso recorrido va enganchando adelante suyo “vagones” nuevos porque las quiere tocar a todas. Al final de la fiesta este pícaro te puede decir con escaso margen de error el número de talle de cada una las desprevenidas señoritas.


Para cerrar esta clasificación de simpáticos personajes, diría que mi performance en los bailes de casamiento depende mucho de mi estado de ánimo en ese momento. Pero no es muy buena. Si me estoy embolando puedo ser voyeur, a veces media tinta, y si la estoy pasando relativamente bien, con un poquito de alcohol encima puedo trepar hasta la categoría de momia. No esperen de mí otra cosa más que eso. Es que para los tipos como yo, la momia es el estado ideal. Yo tengo la teoría de que, después del baño, el mejor lugar para pasar desapercibido y que no te rompan soberanamente las pelotas es el centro de la pista. Y este flemático personaje logra con éxito su cometido.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Las vacaciones del amor(*)


Se acercan las vacaciones y todos aquellos que ahorraron unos pesitos durante el año ya comienzan a elucubrar planes y a dibujar hojas de ruta. Algunos rumbearán, como siempre, para la Costa, otros buscarán la paz de los lagos del Sur, otros optarán por las cálidas playas de Brasil, y otro grupete elegirá algún destino más exótico como Marruecos, la Polinesia o el cruce del Amazonas en anaconda.
Además de fijar el destino, otra importante cuestión a definir es cuándo y con quién nos vamos. Y esto último no es poca cosa. Si bien las vacaciones constituyen un período mágico en el cual todo es diversión, descanso y experiencias nuevas, también es una prueba de fuego para la convivencia con quienes no pasamos demasiado tiempo durante el resto del año. Y no hablo sólo de amigos o compañeros de trabajo; hay matrimonios, novios o hermanos que no pueden estar más de 24 horas sin agarrarse de los pelos.
La convivencia en vacaciones es difícil –no descubro la pólvora con ésto- y las causas de un malestar pueden ser varias: mala elección de un hotel, gastos superfluos, cambios repentinos de planes, clima pedorro, pérdidas de tiempo y un largo etcétera. Por supuesto, todo esto se magnifica y conduce al estallido si dentro de esa alegre troupe en vacaciones hay personajes como los que se detallan a continuación.

EL PREVISOR
Este especímen aparece cuando el grupo se va de campamento o alquiló una propiedad en la Costa. Trae desde la cuna una idea que nadie se la puede sacar de la cabeza: hay que comprar todo en Buenos Aires porque afuera te sacuden el moño. Y cuando digo todo es TODO: sal, azúcar, fideos, galletitas saladas, galletitas dulces, yerba, escarbadientes, pañales y la comida del gato. Encima pretende el aplauso porque cree que está logrando una gran diferencia de guita. En realidad, lo que se gana es el odio de todos por culpa del lugar que eso ocupa en los intersticios del auto, o el peso al pedo que tiene que cargar cada uno en las mochilas. Y ni hablar del estado en el que llegan los alimentos. Imaginate, después de dos días de viaje y tres combinaciones de micros, la horma de queso queda con la forma del calentador, las galletitas solo sirven para pan rallado y la mortadela luce unas manchitas verdes que asustarían hasta a un perro carroñero. Al final, la mitad de toda esa mercadería regresa intacta a Buenos Aires porque a la vuelta del depto que alquilaron ofrecían promos de ravioles o de milangas con fritas a dos mangos con cincuenta.

EL DICTADOR
Tiene a todo el mundo cagando aceite. Trata a sus compañeros como soldados de un cuartel que solo existe en su imaginación. Su modo de verbo favorito es el imperativo: “hacé”, “limpiá”, “andá”, “guardá”. Se pone de malhumor cuando una orden suya no se cumple, se cumple a medias o se discute. Ni hablar si se cumple mal. Explota. A base de levantar la voz, de a poco va condenando al resto a la sumisión y cada actividad necesita de su visto bueno o sus consejos. Es el fiscal de todo el mundo, el que dictamina cómo cocinar, cómo comer, cómo hablar y cómo bañarse. Condiciona tanto al grupo que hasta para salir a tirarse un pedo atrás de un árbol hay que pedirle permiso a él. A no ser que seamos masoquistas, la relación con este sujeto dura un solo verano. Y termina mal. Debut y despedida, no hay vuelta atrás.

EL ESTRUCTURADO
Si te olvidaste la agenda en tu casa no problem, porque este sujeto te va a recordar con firmeza cada puta cosa que deban hacer durante el día y cómo. Es el pájaro picasesos. No deja nada librado a la suerte ni menos a la improvisación. Se ajusta con fanatismo al concepto de grupo y le cuesta actuar de manera independiente y práctica. Jamás se va a mandar por su cuenta a gestionar algo, él pretende que vayan todos. Se aferra a una especie de libreto o manual de procedimiento, y su tic obsesivo es mirar a cada rato el reloj. Es como un timer: indica cuándo desayunar, cuándo salir de compras, cuando almorzar, cuando merendar, y antes de que caiga el sol ya va a ir recordándole a todos que es hora de preparar la cena. No le importa si el resto está siguiendo un partido de fútbol por TV o participando de una divertida y relajada charla de fogón: son las 8 y el manual dice que hay que cenar. Sus propuestas son, en realidad, órdenes encubiertas, las que de ser postergadas o rechazadas lo ponen secretamente de muy malhumor. Es una especie de dictador bajas calorías, aunque a diferencia de este último, no genera broncas inmediatas si no que por su manera sutil de meter presión va cansando con el tiempo.

EL VAGO
Otro especímen que abunda entre los grupos de veraneantes, sobre todo cuando deben autoabastecerse. No hace un pito a la vela y pretende que todos lo sirvan. Como escribí en otro post, hay vagos conscientes y vagos caraduras. El primero sabe de su condición y no reclama nada porque intuye que al primer cacareo lo bajan de un hondazo. El segundo es detestable, ve que sus compañeros armaron con esfuerzo la carpa después de haber ido a buscar agua y leña, y se queja porque no la orientaron con vista al glaciar. Sea de uno u otro bando, en ocasiones le remuerde la conciencia y asume tareas riesgosas como guardar una gaseosa en la heladera, buscar en la mochila un encendedor para prender el fuego o limpiar las miguitas de pan que quedaron en la mesa.

EL INFORMAL
Es un ser ingobernable. Es imposible contar con él para cualquier tipo de tarea, no por vago, si no porque nunca se sabe dónde está ni a qué hora regresa. Acepta viajar en grupo pero no se aviene a la más mínima regla de convivencia. Deja sus remeras y sus calzoncillos (o bombachas) tirados por todas partes y es capaz de desaparecer con tu cámara de fotos porque la suya no la encontró. Generalmente persigue otros objetivos dentro del viaje pero no se sincera, no pone las cartas arriba de la mesa.
Abandonen la idea de realizar un recorrido en auto con este personaje: siempre habrá que esperarlo. Es el típico inquieto que se escapa atrás del que bajó dos minutos al baño y termina perdiéndose en un shopping o en un paseo de artesanías. Y es vivo, porque especula pícaramente con la certeza de que nadie lo va a dejar abandonado en la ruta y con lo puesto. Tres pequeños consejos para defenderse de esta plaga: 1) Hacerle un duplicado de las llaves del depto (que las garpe él, por supuesto). 2) Viajar en micro o avión; si el fulano no está presente a la hora de salida, se tiene que ir a gamba (de paso cañazo se lo sacan de encima). 3) No llevarlo. Ah, y otro consejo más: no hagan el temerario experimento de juntar al informal o al vago con el dictador o el estructurado porque pueden terminar las vacaciones antes de tiempo o en la comisaría.

EL QUISQUILLOSO
Rompepelotas como el solo. Nada le viene bien. Si compraron Coca, él quería Pepsi; si alguien trajo Sprite, él quería Seven Up. Si fueron a buscar rabas, él quería pizza. Si le señalás un restaurant te lo bocha porque hay poca gente, y si le proponés el de enfrente también porque hay demasiada. Una visita de media hora al súper puede demorar una eternidad porque no encuentra las galletitas sin sal que a él le gustan, o el agua mineral que hay en góndolas no cumple con las proporciones de potasio y sodio.
Si la salida es de campamento, el quisquilloso puede estar dos horas eligiendo el lugar donde instalar la carpa: que acá hay una piedrita, que acá hay un tronquito, que acá está expuesta al rocío, que acá hay una pendiente negativa de 1 grado, o que según una leyenda indígena, dormir con la cabeza apuntando a la constelación de la Urraca trae mala suerte.

EL EGOISTA
Arma el viaje según sus gustos y conveniencias y relega a los demás a la categoría de actores de reparto. Es el que se las arregla para entrar primero a micros y aviones para ocupar la mejor butaca (en realidad cada uno debería tener asignado un número, pero una vez que apoya el culo te sentís una mierda si lo hacés mover de lugar). Vuelve del expendedor de bebidas del micro con un café con leche y cuando lo mirás desconcertado te dice “ah, ¿querías?”. En las caminatas de largo aliento es el que se toma lo que quedaba en la cantimplora mientras el resto lo mira desfalleciendo de sed. Se corta solo para conseguir una tarifa especial de buceo y a sus amigos los hace garpar el 100%. Al entrar a una habitación de hotel nueva se arroja de cabeza en la mejor cama, y al regresar de una excursión o caminata siempre va a querer bañarse primero él. “¿Querés la cama? ¡quedátela vos!”, se ofende llevándose sus petates para hacerte quedar como un chiquilín que se pelea por una boludez. Sus duchas son de una hora y cuando al fin te toca entrar a vos, tenés que salir en pelotas a buscar al encargado porque te dejó sin agua caliente. Por supuesto, ocupa todas las perchas del ropero y terminás colgando tu ropa en una silla o en un cuerno de ciervo al que solo llegás trepándote a una mesita renga.

EL BAGAYERO
Variante más comercial y sofisticada del egoísta. Usa las vacaciones para hacer negocios o, al menos, lograr una buena diferencia de guita. Su hábitat natural son los malls, shoppings, paseos de compras y zonas francas. En consecuencia, los smartphones, las tablets, los perfumes, las zapatillas de marca y las raquetas de tenis son para él como trofeos de guerra, lo que todo turista debe traer de cada escapada al primer mundo. Sus anécdotas de viaje preferidas no son aquellas en donde la pasó bomba sino en las que zafó con habilidad del control aduanero. "¿Te compraste algo?", es la pregunta típica que te hace cuando el que volvés de vacaciones sos vos. Y si no te traés nada te mira decepcionado con cara de "¿para qué mierda fuiste?".

EL FOTOGRAFO
Variante artística del egoísta. “A mí me encanta sacar fotos”, te avisa este personaje antes del viaje. Y al principio lo tomás con simpatía; ¿a quién no le gusta inmortalizar las vacaciones? No te ilusiones, es cuestión de tiempo. Lo vas a empezar a odiar cuando se baje del auto cada 100 metros para retratar yuyos inservibles, intente armar el trípode bajo una tormenta de viento y granizo o, para aprovechar un contraluz, espere a una gata peluda que viene arrastrándose desde la otra cuadra (yo pertenezco a este desesperante grupo, vayan sabiendo).

EL AHORRATIVO
Antes de pelar la billetera tiene que hacer un minucioso estudio de costos. Si están en el extranjero y deben comprar moneda local, te lleva de paseo por todos los bancos y casas de cambio hasta encontrar la cotización de su agrado. Como si hubiese venido a hacer negocios, el pelotudo. En un plano más doméstico, a la hora de cenar es capaz de hacerte recorrer todo un pueblo en busca del restaurant que venda la gaseosa más barata. Después le rompen el culo con un plato que ni sabe cómo se llama. Pero, eso sí, la Coca la pagó un peso menos. “Pssssss, a mí no me van a engañar, papá. Los de la otra cuadra son unos chorros”, se jactará canchero.

EL CONTADOR
Tiene la misma obsesión por los números que el ahorrativo, pero no precisamente para ajustar los gastos sino para anotarlos. Y no se le escapa nada; desde la cena de la noche anterior hasta las monedas que le dieron al pibe que limpió el parabrisas del auto. Somete al resto del grupo a un agotador ejercicio mental para recordar cuánto costó ese salame picado grueso que compraron en la ruta o el bono contribución para los bomberos de Villa Mosquito. Para ser justo, debo decir que este personaje no jode demasiado, pero que está, está. Y es muy gracioso.

EL MANIATICO DEL VOLANTE
Es uno de los más virulentos y peligrosos. Es que en esto hay que ser claros y realistas: en un trip en auto, el que tiene el volante detenta el poder. Y se torna insoportable si muestra tendencias maníacas-autoritarias. Decide dónde cargar nafta, dónde comer, dónde cagar, dónde parar a estirar las piernas y dónde y cómo acomodar el equipaje, entre otros menesteres cotidianos. Para cualquier actividad dentro de su jurisdicción –o sea, el auto- hay que pedirle autorización a él. Es obsesivo y todo lo perturba. Con una mano maneja, y con la otra se la pasa regulando nerviosamente cada una de las rejillas de la ventilación. Te hace llegar a Mar del Plata con faringitis aguda porque cambia del aire acondicionado a la calefacción como 25 veces, solamente en el tramo que va de acá a Samborombón. Aunque todos vayan cantando alegres un CD de Charly, es capaz de apagar el estéreo abruptamente y sin aviso porque escuchó “un ruidito” proveniente de vaya a saber qué recóndito lugar del auto. Por supuesto, no volverá a musicalizar el habitáculo hasta que todo el mundo escuche el misterioso ruido y le den la razón como a un loco. Si tiene que estacionar en un lugar complicado, obliga a bajar a la esposa o a un hijo para que lo guíe. Y termina gritándoles porque no lo hacen como él quiere. Antes de salir ordena celosamente el baúl como si estuviera estibando la carga de un barco, y es capaz de parar en el medio de la nada para reacomodarlo o para cambiar de lugar a la abuela que, después de ir a echarse una meada, cometió la “torpeza” de sentarse del lado equivocado.

EL MALHUMORADO
Su permanente cara de orto le vino por default. El malhumor ya es su estilo de vida y todo debe marchar 10 puntos para que se mantenga, no digo contento porque sería un lujo, sino mínimamente tranquilo y estabilizado. Tiene un punto de ebullición muy bajo y escasa tolerancia para el error. No disfruta de las vacaciones porque siempre encuentra algún motivo para quejarse: que no anda el aire acondicionado del hotel, que la excursión salió 15 minutos tarde, que el helado de sambayón no era sambayón, que en el camping hay mucha gente o que le cerraron ese puestito de panchos que había cuando vino hace 10 años. Por supuesto, lejos de masticar su malestar en silencio, lo canaliza maltratando a sus compañeros.

Muchas veces uno se embarca en un viaje sin sospechar que detrás de esa cara bonita o de ese correctísimo compañero de laburo se encuentra agazapado y al acecho alguno de estos personajes. Y es difícil saberlo. En la vida de ciudad somos todos lindos, piolas, divertidos, sensuales, ocurrentes, simpáticos, inteligentes y perfectos. La cosa cambia cuando la naturaleza nos somete a incomodidades, esfuerzos físicos o temores. Las relaciones se complican cuando nos vemos obligados a tomar decisiones, a cuidar el mango, a tener paciencia o, en definitiva, a pasar por experiencias a las que quizás no estamos acostumbrados en nuestra vida cotidiana. Pero bueno, hay que verlo desde el lado positivo; es tan triste y bajoneante el final de las vacaciones, que el deseo de librarnos cuanto antes de estos molestos compañeros de ruta nos da un excelente e inesperado motivo para querer volver a casa.

(*) Película argentina de 1981 dirigida por Fernando Siro y protagonizada entre otros por Jorge Martínez, Graciela Alfano y Ulises Dumont.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Post número 100

El que guarda siempre tiene, asegura un dicho popular, y aquí lo pueden comprobar. Estas dos fotos históricas pertenecen a un número de la revista SIETE DIAS aparecido allá por el verano del año 1979. La imagen de la izquierda había sido la tapa y la de la derecha, una de las que ilustraba la nota propiamente dicha que, como se alcanza a ver, mostraba como escenario al invierno neoyorkino. Ese raro encuentro entre Guillermo Vilas y Luis Alberto Spinetta tenía un motivo: reunirse con la gente de la discográfica CBS para ajustar los detalles de la grabación de “Only love can sustain” (Sólo el amor puede sostener), el único álbum de El Flaco cantado íntegramente en inglés. En aquella época el Gran Willy estaba lejos aun de incursionar profesionalmente en la música (comentarios maliciosos al margen), pero la amistad que existía entre ambos lo llevó a patrocinar el disco y a escribir, además, la letra de uno de los temas, el exquisito Children of the bells (Niños de las campanas, click aquí).

Decía Vilas con respecto a ese proyecto:

“Hemos presentado como 20 canciones con Luis Alberto Spinetta, en las que él hace la música y yo la letra. El año pasado nos encontramos, armamos las canciones y luego él las ejecutó con su grupo en Buenos Aires. Presentamos el proyecto a varias grabadoras, hasta que surgió este contrato. Es un long-play de doce temas con música de jazz-rock, más tirando al jazz que al rock. Las letras son en inglés, nos pondrán el mejor productor que hay acá y tendremos músicos excelentes. Y pensamos hacer el mismo disco para la Argentina con letra en castellano, o por lo menos la mitad en inglés y la mitad en castellano. Tendrá un sonido super especial, porque se empleará lo mejor”. (fuente: revista SIETE DIAS)

Va mi post número 100, entonces, como homenaje a dos de los personajes que más influyeron en mi vida, sobre todo el Willy.

domingo, 24 de octubre de 2010

Mineros made in Argentina


Nadie puede dudar que el tema de los 33 mineros chilenos atrapados bajo tierra ha tenido en vilo al mundo entero durante dos interminables meses. A lo largo de ese tiempo, quienes siguieron de cerca la historia han pasado por distintas sensaciones. Primero la angustia de no saber si estaban vivos, luego la alegría al enterarse que sobrevivieron al derrumbe, más tarde la esperanza de saber que serían sacados de esa trampa de piedra y finalmente la euforia al seguir en vivo y en directo los detalles del rescate.
Como ya es costumbre en la Argentina de los últimos años, cada puta cosa que sucede aquí o en el mundo termina dividiendo aguas. Es inevitable. Los que tienen una postura, digamos, afín al Gobierno piensan que fue un circo mediático, que se magnificó, que mueren cientos de mineros por año, que no fue un milagro, que fue un show montado por la derecha chilena y que Piñera es un “figuretti” (si yo fuera presidente haría lo mismo; entre que me critiquen por estar y por no estar, prefiero que sea por lo primero. Cuando ocurrió lo de Cromagnon, el presidente de ese entonces estaba de vacaciones en El Calafate). Los que habitan a la diestra del espectro político, en cambio, piensan que fue un triunfo de la eficiencia y que el rescate tuvo éxito gracias a que hoy Chile es un país serio y previsible. O sea, elogios con un claro mensaje: aprendamos de los chilenos. Como los del primer grupo odian las comparaciones (ya lo desarrollé en otro post) terminan agarrándole más bronca a Piñera, a los mineros, a la cápsula Fénix y a las dos mujeres de Yonni Barrios.
Personalmente no estoy de acuerdo con los que se llenan la boca con la eficacia chilena con el (mal) intencionado fin de menospreciar –y ridiculizar- la nuestra. Yo creo que ante una situación similar hubiéramos actuado igual o mejor. Contamos con la capacidad, la tecnología y los hombres para hacerlo. Pruebas a la vista: tuvimos un Premio Nobel de Química, otro de Medicina y hoy por hoy hay argentinos trabajando en la NASA, desarrollando vacunas o diseñando satélites, entre lo primero que se me viene a la mente.
Pero claro, toda la tecnología, el saber y el esfuerzo humano se pueden ir al tacho por culpa de un solo factor: la política. Y sí, no es fácil lidiar con el egoísmo, la burocracia, el oportunismo, la envidia y la estupidez. Por eso, inspirado un poco en estas cuestiones tan nuestras, elaboré una lista de causas por las cuales podría fracasar -o al menos retrasarse bastante- un rescate de semejantes características aquí en nuestro suelo.

1) Reacción de las autoridades. Las tareas de búsqueda de sobrevivientes arrancarán un par de semanas más tarde, una vez convencidos de que el accidente no fue un invento de TN ni se trató de una operación política de Duhalde.
2) Jurisdicción. Una cuestión importante será el signo político de la provincia donde se encuentre la mina siniestrada. De ello dependerá si el Gobierno les manda una perforadora con tecnología de última generación o un taladro de 20 mangos comprado en una oferta de Easy.
3) Sonda de supervivencia. Habrá un largo debate sobre su diámetro. Algunos la querrán hacer lo más finita posible para que a los mineros no les puedan mandar ni Clarín ni La Nación.
4) Contacto con la superficie. Estará todo calculado para que los mineros puedan ver los partidos del Apertura 2010. Para mantenerlos con la moral alta, entre corner y corner se repetirá una publicidad oficial donde anuncian que construirán una autopista de 7 carriles por mano para sacarlos.
5) Corrupción. Inevitable y más en estos casos. Gracias a un rastreador puesto por la gente del programa CQC, se descubrirá que una de las perforadoras donadas por una empresa estaba escondida en la casa de un intendente.
6) Televisación. Por decreto, el Gobierno se quedará con todos los derechos bajo el nombre de “Rescate Para Todos”. Los del panel del programa “678” bajarán como rescatistas para, de paso, transmitir desde la mina. A cada minero le preguntarán tendenciosamente qué opina de Clarín, de Macri, de Lanata y de los Medios. Por las dudas lo editarán, qué pensaban.
7) Nombre de la cápsula. Acá los pobres mineros deberán tener un poco de paciencia. Habrá una pelea feroz que seguramente terminará debatiéndose en el Congreso. El oficialismo propondrá nombres como cápsula “Evita”, “Unidad de Rescate Descamisados”, cápsula “No se olviden de los ‘70”, “Dulce Hebe”, “Reina Cristina” o cápsula “Clarín Miente”. La oposición pretenderá llamarla “Unidad de Rescate Julio Cleto”, cápsula “Voto No Positivo”, cabina “No se metan con los monopolios” o cápsula “Se viene el Cabezón”. Si ganan estos últimos, Cristina lo vetará y la ley se tratará al año siguiente. Los mineros agradecidos.
8) Ropa de los mineros. Otro frente de tormenta. La discusión se centrará en cómo saldrán vestidos a la superficie. Habrá ofertas de uno y otro lado del arco político. De un sector acercarán remeras con leyendas como “Néstor 2011”, “Hugo gobernador”, “Somos la mierda oficialista” o “Tomemos el Palacio de Tribunales”. Del otro se verán prendas con estampados como “Aguante el 82% móvil”, “Mejor Felipe”, “Va a estar buena la mina” o “Devuelvan los 55 palos”.
9) Presencia de ministros. Antes de comenzar el rescate, esperarán la llegada al lugar de Timerman y Aníbal. El primero les mandará a los mineros mensajes de esperanza vía Twitter y el segundo les dirá que lo que están sufriendo allá abajo es sólo una “sensación”.
10) Problemas gremiales. Ya se hicieron muchos chistes sobre esto pero no por trillado deja de ser cierto: toda persona que participe del operativo va a tener que afiliarse al gremio de Moyano. Nada de tercerizados. Ante cualquier intento de lo contrario, don Hugo estacionará un Scania arriba del pozo y no entrará ni saldrá nadie de la mina. “Nosotros no bloqueamos a naaaaadie”, se va a defender con su característica e inquietante parsimonia.
11) Protestas sociales. D’Elía organizará una movilización reclamando que quiere más “negros” participando del operativo de rescate. Los de Quebracho harán una sentada sobre el pozo pidiendo la libertad de algún compañero que cagó a piedrazos a la policía.
12) Invitados especiales. No se efectuará el rescate hasta que no lleguen Evo, Correa y Chávez. Estos tres líderes latinoamericanos no pueden estar ausentes en todo lo que signifique la “liberación de los oprimidos”.
13) Complicaciones de último momento. Violando el cordón de seguridad, Doña Hebe se sentará arriba del pozo al grito de “turros” e incitará a tomar la mina.
14) Palabras presidenciales. Acá puede haber otra demora importante. Cristina no dará su encendido discurso de bienvenida a los mineros hasta no encontrar algo que relacione a este hecho con la dictadura.
15) Provisión de anteojos negros. Será el único tema en el que oficialismo y oposición estarán de acuerdo. El problema al salir no será la luz del sol; todos querrán impedir que estos pobres hombres vean la triste realidad Argentina.

Manos Mágicas


Temazo de Ronny Jordan.


lunes, 4 de octubre de 2010

El subjetivismo al poder

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Por estos días, un nuevo culebrón político (si se lo puede llamar así) inunda los medios gráficos y televisivos de la Argentina. Es el caso del ex guerrillero chileno Galvarino Sergio Apablaza Guerra, hoy radicado en la Argentina y sospechado de haber planeado el asesinato del senador Jaime Guzmán y el secuestro del empresario Cristian Edwards, ambos hechos ocurridos en 1991. El gobierno de Chile pidió su extradición para juzgarlo, pero el nuestro no se la da. Y de esta manera, asistimos a un tira y afloje en el cual, más que las leyes, el Derecho Penal Internacional o lo que opine la Corte Suprema, lo único que prevalece de este lado de la cordillera es un liso y llano subjetivismo infantil. O sea, Cristina y sus muchachos hacen el siguiente razonamiento: “como el acusado tiene nuestra tendencia política y la víctima era del bando opuesto, y encima el señor que nos está reclamando al sospechoso (Piñera) también tiene ideas que mucho no nos copan, entonces no se lo mandamos un carajo”. De más está decir que si el muerto hubiera sido un militante social y el sospechoso un ex represor, este último saldría eyectado rumbo a Chile envuelto para regalo, con dedicatoria y anunciado en acto oficial. ¿O alguien lo pone en duda?

Pero el caso Apablaza no es el único en el cual el gobierno adopta posturas según conveniencias, ideologías o intereses en juego. Ha habido varios. Tal es así que en los últimos años los argentinos nos hemos ido enterando que las tremendas desgracias que nos persiguen son como el colesterol: las hay buenas y malas. Hay corrupción buena y corrupción mala. Hay intolerantes buenos e intolerantes malos. Hay monopolios que molestan y otros que no. Y esta extraña dualidad también se manifiesta con los periodistas mercenarios, los terroristas, los enriquecimientos ilícitos, los intentos destitutivos, los piquetes, las protestas, los contaminantes, los espionajes, las barras bravas y los tan vapuleados -y manoseados- Derechos Humanos. En resumen, parece que la cosa ahora califica por ideología: un estudiante amenazando que se va a llevar puesto a Macri cae simpático pero una copetuda de Barrio Norte golpeando una cacerola es una genocida que merece la horca.

No sé si viene al caso pero recuerdo que una vez estábamos charlando con unos amigos sobre la violencia social y su responsabilidad penal. Es decir, yo planteaba que si con un piquetero salíamos por separado a romper vidrieras seguramente no íbamos a tener la misma condena. Yo me comería unos meses de cana común y el piquetero, en cambio, pasaría a ser un preso político. Doña Hebe y todos los organismos de Derechos Humanos pedirían por su libertad y en cuestión de horas lo soltarían. Yo preguntaba, entonces, cuál era la diferencia entre mi delito y el del piquetero. “Es que vos no entendés nada...”, me atajó uno de mis amigos con tono paternal e insinuando cierta ironía; “...es muy sencillo, mientras estás rompiendo los vidrios tenés que gritar ‘viva Perón’”.