Ya me ocupé oportunamente de las fiestas de casamiento y de los videos de esos mismos casamientos. Y no fueron palabras bonitas, como habrán podido apreciar quienes siguen este blog. Pues bien, no las esperen tampoco ahora porque esta vez voy a poner la lupa sobre ese momento de la fiesta que tanto me rompe las pelotas: el del baile. Es decir, ese fatídico instante en el que cada invitado es empujado a dejar todo lo que está haciendo para zambullirse de cabeza en la pista, esté con una pechuga de pollo en la boca o no.
Concretamente me voy a referir al aspecto sociológico de esta manifestación de algarabía. Es que observando detenidamente a los individuos que componen a esa turba borracha y descontrolada, uno puede adivinar personalidades y conductas diversas. Que también las hay entre los que no participan, por supuesto. La pista es lugar de diversión, pero al mismo tiempo una especie de campo de batalla para la conquista y la seducción. No he ido a muchos casamientos últimamente (por suerte), pero me alcanza para trazar una pequeña galería de los personajes que suelen aparecer apenas se escuchan los primeros e insoportables acordes de cumbia o reggaetón.
LOS PRIMERIZOS
Como su nombre lo indica, son los que salen a bailar primero. No aguantan, les pica el culo. En el apuro dejan las servilletas en el piso o se enganchan con el mantel, amenazando tirar platos y copas a la mierda. Generalmente se trata de un matrimonio cincuentón que busca robar protagonismo a base de pasos raros y contorsiones. Él luce bronceado y ella pintada como una puerta. El mensaje que pretenden dar es claro: “miren qué pendejos y cancheros que somos; ¡aprendan, giles!”. Por supuesto, no pasa ni medio minuto hasta que ambos empiezan a hacer el clásico e insistente gestito con la mano para que salgan todos. Son de largo aliento. Cuando el disc-jockey ya está guardando los CDs para irse y los novios hacen fuerza para no dormirse parados, estos dos ridículos siguen dando vueltas como el conejito de las pilas duraderas.
EL TIO CARIÑOSO
Generalmente entrado en años y en kilos, este personaje aprovecha el quilombo generalizado para hacer lo que más le gusta y en otras circunstancias no podría: toquetear a las chicas. Llámese amigas de la novia o alguna sobrina adolescente que, según le contaron, hace rato que juega en primera. Con la mano que no usa para estos tiernos menesteres sostiene permanentemente una copa de vino y anda siempre arremangado para impresionar con sus relojes y pulseras de oro. Si con esta descripción todavía no lo sacaron, les doy otra pista: es el que termina con la corbata de vincha, la camisa abierta hasta el ombligo y el pantalón dejando ver la raya del culo.
LA CORPORATIVA
Es la rompe bolas que no para hasta hacer bailar a todos. Este personaje es mujer. Siempre. Al hombre le chupa un huevo quiénes están en la pista y quiénes no. Su obsesión merece un estudio psicológico serio; en su pasado debe haber algún trauma de abandono que se esfuerza en ocultar. De otro modo no se explica. Mientras se sacude desaforada, con los brazos llama nerviosamente a todo el mundo para que se sume. En ocasiones, su obsesión es personalizada y viene a sacarte por la fuerza tomándote de un brazo. No es de rendirse fácilmente y genera tanto escándalo y tensión alrededor tuyo que terminás dándole el gusto. Si torcés su voluntad se va ofendida y el mote de “amargo” te quedará para toda tu existencia.
EL DESAFORADO
Por lo general este sujeto no actúa solo sino en patota. Conforman el grupete de los mejores amigos del novio, quienes se creen con el deber y la obligación de “levantar” la fiesta. Bailan ensayando una especie de pogo y cantan los temas de moda con alaridos tribuneros. Toda forma de violencia les resulta insuficiente. Son los que usan el cotillón del carnaval carioca para golpear a todo el mundo en la cabeza y terminan revoleando al novio –o a la novia- hasta mandarlo al hospital. La cosa se pone aun más riesgosa si son amigos del fútbol o del rugby. En realidad lo que buscan es llamar la atención de las féminas solteras para que vean lo jodones y divertidos que son. Más allá de los juicios de valor y las apreciaciones psicológicas, es preferible tenerlos lejos porque pueden aterrizar accidentalmente arriba de un sobrinito y aplastarlo.
LA DESAFORADA
Versión femenina del personaje anterior con una diferencia: puede actuar sola porque no le teme al papelón. Llega con unos tacos aguja de 15 centímetros pero después del segundo o tercer tema termina descalza porque si se cae de ahí arriba se mata. Le da lo mismo bailar con un hombre, sola o con su bandita de amigas; su propósito es cantar, gritar, revolear el culo y liberar endorfinas. No necesita emborracharse porque la excitación es su estado natural y además corre el riesgo de culminar la fiesta sumergida en un pedo triste. Se muestra como una mina desinhibida y que va al frente, aunque, en realidad, el mensaje para el que la quiera conquistar es claro y honesto: se está llevando una loca suelta.
LA COREOGRAFA
Personaje del sexo femenino, sin discusión. Versión prolija y académica de la desaforada. Vedetonga frustrada, encuentra en las fiestas de casamiento terreno fértil para hacer docencia. Se sabe de memoria todos los pasitos de Chayanne, de Luismi, y las coreos de Tinelli. En dos minutos junta a un séquito de 5 ó 6 paparulos que la siguen embobados como a un guía espiritual. Con suerte, los más hábiles logran copiarla con un pequeño delay; el resto anda como turco en la neblina y hacen que la Mole Moli parezca Nureyev.
EL VOYEUR
Sentado en la oscuridad de las mesas, mira cómo los demás danzan y se divierten. Puede ser por timidez o porque odia bailar. Sufre porque no puede ocupar ese tiempo valioso en hacer otra cosa más que mirar. Es presa fácil de la corporativa, quien lo acecha desde la pista cual leopardo a un indefenso venado. A menos que domine a la perfección el lenguaje de señas, la imposibilidad de entablar un diálogo a causa del ruido confina al voyeur a la categoría de una planta. Suele quedar solo, a cuidado de alguna criatura o acompañando a una bisabuela que si ya era medio sorda antes de la fiesta, a partir de esa música estridente lo será del todo.
EL MEDIA TINTA
Como su nombre lo indica, este personaje presenta un comportamiento ambiguo: no baila ni se queda sentado. Permanece parado en la orilla de la pista como una manera de decir “participo pero hasta ahí”. A lo sumo aplaude y festeja algún que otro chiste pero no más que eso. Es un plateísta de lujo. Su plan secreto es ponerse a salvo de la corporativa, quien, mientras lo vea medianamente activo, no lo considerará como un objetivo inmediato.
LA MOMIA
Es fácil de reconocer: tiene look ochentoso y a la hora del dancing muestra menos cintura que un paquete de yerba. Es duro como rulo de estatua. No le pidan ritmo, cadencia ni los pasitos de moda porque se los olvidó en la cuna. A lo sumo alguna patadita al costado de las que hacían Silvana Di Lorenzo y Raúl Padovani en "Música en Libertad". Mientras el resto tiene las pulsaciones en 120, él anda por las 40 ó 45. De regreso a su casa cuelga la pilcha así como está porque ni transpiró. Para el caso da lo mismo que no baile porque parece que estuviera quieto. Su movediza compañera lo franelea y le revolea las tetas en la cara y el tipo mira al infinito sin inmutarse. Al verlo, uno se pregunta si para otros menesteres más pasionales también es así.
EL MAQUINISTA
Es el que arma el clásico e infaltable trencito. En vidas pasadas tal vez haya sido chofer del Roca, del Sarmiento o de la Trochita Patagónica. Al igual que el tío cariñoso, se abusa de esta “unión de vagones humanos” para palpar la cintura de las chicas. Claro que en este caso la cintura es una zona de límites difusos que se puede extender hacia arriba o, en la mayoría de los casos, hacia las anchuras de abajo. Para hacerse el boludo mira para otro lado y hace sonar la corneta que le dieron para el carnaval carioca. El maquinista también es corporativo y durante el sinuoso recorrido va enganchando adelante suyo “vagones” nuevos porque las quiere tocar a todas. Al final de la fiesta este pícaro te puede decir con escaso margen de error el número de talle de cada una las desprevenidas señoritas.
Para cerrar esta clasificación de simpáticos personajes, diría que mi performance en los bailes de casamiento depende mucho de mi estado de ánimo en ese momento. Pero no es muy buena. Si me estoy embolando puedo ser voyeur, a veces media tinta, y si la estoy pasando relativamente bien, con un poquito de alcohol encima puedo trepar hasta la categoría de momia. No esperen de mí otra cosa más que eso. Es que para los tipos como yo, la momia es el estado ideal. Yo tengo la teoría de que, después del baño, el mejor lugar para pasar desapercibido y que no te rompan soberanamente las pelotas es el centro de la pista. Y este flemático personaje logra con éxito su cometido.
5 comentarios:
Como siempre lo tuyo es escribir con ese toque personal que puede parecer amargo o acido pero es la descripcion desde ese angulo de las realidades cotidianas. Obviamente estoy en tu lista porque voy a casamientos y en todos estan estos personajes y.....bailo y mucho...asi que clasificame vos..JAJAJA Besos
Y... tendría que verte. Pero se me hace que sos de las que baila mucho y no se mete con nadie. Eso quiero creer... Jajaja!!!
Besos y gracias x pasar!
Armannn una vez ms lo lograste, me estoy reek de risa sola jajajaja!
Admiro tu poder de observaciòn en las conductas "humanas".
El Ojo Nìtrico con lupa queda corto.
Entre los perfiles que clasificaste me identifiquè con "La Desaforada" de una. Y me la banco tomá!
Besos!
Belén -una loca suelta confesa e inofensiva-jeje
Odio a la corporativa y al maquinista. Odio a la corporativa y al maquinista. Odio a la corporativa y al maquinista. Odio a la corporativa y al maquinista. Odio a la corporativa y al maquinista.
Uff. Les llenaría todos los orificios del cuerpo con espuma loca.
Me quedó clarísimo, Sil!!
Entiendo tu odio. Es que la corporativa y el maquinista pertenecen a la subcategoría de "invasivos". No se conforman con bailar y hacer la suya. Creen que están salvando al mundo por llevar a todos a la pista.
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