No
puedo precisar en qué momento exacto de mi adolescencia empecé a escuchar a
Luis Alberto Spinetta. Supongo que fue allá por mediados de los setenta, cuando
armábamos aquellas grabaciones truchas en la casa de un amigo de la primaria.
Recuerdo la furia y la crudeza de “Post-crucifixión”,
el primer tema de Lo Mejor de Pescado
Rabioso, álbum recopilación editado en 1976. Lo escuchábamos una y otra
vez. Qué riff, mamita.
Entre tanto vinilo desparramado también andaba por ahí el primero de Invisible, el de la tapa con el charco de Escher. Recuerdo la exquisitez jazzera de “Jugo de lúcuma”, con un comienzo que se hacía rogar porque antes había que fumarse una interminable introducción con sonidos de misterio. Ni hablar de “Irregular”, otra pieza que ponía en duda que eso fuera hecho en Argentina y por flacos que apenas sobrepasaban los veinte años. Tan increíble como componer un tema llamado “Lo que nos ocupa es esa abuela, la conciencia que regula el mundo”. ¿A quién se le podía ocurrir? A Spinetta y compañía, sin dudas.
Entre tanto vinilo desparramado también andaba por ahí el primero de Invisible, el de la tapa con el charco de Escher. Recuerdo la exquisitez jazzera de “Jugo de lúcuma”, con un comienzo que se hacía rogar porque antes había que fumarse una interminable introducción con sonidos de misterio. Ni hablar de “Irregular”, otra pieza que ponía en duda que eso fuera hecho en Argentina y por flacos que apenas sobrepasaban los veinte años. Tan increíble como componer un tema llamado “Lo que nos ocupa es esa abuela, la conciencia que regula el mundo”. ¿A quién se le podía ocurrir? A Spinetta y compañía, sin dudas.

El
mismo Vilas fue el artífice de Only love can sustain, el único disco del Flaco cantado en inglés y grabado en los
Estados Unidos. Es más, Willy había escrito la letra del tema “Children of the bells”. El trabajo tuvo poca difusión en la Argentina y las críticas fueron impiadosas, pero a mí me gustaba porque tenía una fuerte impronta funk y soul.
Hasta en eso lo banqué. Un par de años antes había visto la luz A 18’ minutos del sol, un álbum súper elaborado y quizás el
precursor de lo que sería el futuro sonido de Jade. Ya empezaba a acompañarlo
en teclados el genial Diego Rapoport. “Toda
la vida tiene música, hoy”, anunciaba el corte número 6. Una declaración de principios.
La poesía del Flaco también me deslumbraba y despertaba en los que estaban a mi alrededor todo tipo de reacciones, buenas y no tanto. “No entiendo las letras, qué querés que te diga”, fue siempre la respuesta de algunos amigos ante la sola mención de la música de Spinetta. Y eso que no habían ojeado su críptico libro de poemas “Guitarra Negra”, el que todavía conservo junto a los de Vilas. Yo evitaba contradecirlos porque aún hoy creo que sus coloridas metáforas no tienen explicación. Forman parte secretamente del imaginario de cada uno.
El desembarco de Spinetta Jade fue, en cierta medida, el broche de oro de una
evolución musical -a nivel nacional y personal- que también involucraba a La
Máquina de Hacer Pájaros y a Serú Girán. Como para no alcanzar el Olimpo de la
perfección con monstruos de la talla de Diego Rapoport, Beto Satragni, Leo Sujatovich,
Frank Ojstersek, César Franov, Lito Epumer, el Mono Fontana y Pomo Lorenzo, entre otros. A
propósito de este último, nunca le perdoné al Flaco haberlo cambiado por una
batería digital en Madre en años luz.

Tras
la separación, el Flaco sacó a la cancha al exquisito Privé, aunque para mi personalísima y humilde opinión, el prolífico Spinetta
que vino a partir de aquí no fue todo lo parejo que había sido hasta ese
entonces. Repito, para mi gusto. Igual no me importaba. Los grandes artistas son como esos genios del
fútbol que no tocan la bocha en todo el partido pero en dos jugadas te lo definen. Por
eso me alcanzaba con obras maestras como “La bengala perdida”, “Como un perro”,
“Ganges”, “Dime la forma”, “Fina ropa blanca”, “Mi sueño de hoy”, “Adentro tuyo”,
“Correr frente a ti”, “Canción de noche” y muchas otras.
Escribir
en pocas líneas cómo arrancó mi pasión por Luis Alberto Spinetta fue algo que
me impuse como condición antes de que se termine 2012. Quise que sea el último
post del año de este blog cuyo nombre, ya de por sí, es un homenaje a él.
“Un
sueño de luz, como un amanecer, no pasará al olvido...”
Poseída
del alba/Credulidad/Despiértate nena/Post-crucifixión
Jugo de lúcuma
3 comentarios:
Gracias por este testimonio tan sentido y personal sobre la música del Flaco. Me siento muy identificado con muchas de las cosas que dijiste. Te invito a leer mi post sobre mi relación con la música del Flaco, y sobre el aporte que le hizo Tommy Gubitsch a Invisible: http://costumbresdelosalcobranes.blogspot.com.ar/2011/07/tomas-gubitsch-el-musico-invisible.html
Ah, y buen nombre para el blog. Llegué acá gracias a él.
Gracias por pasar, Vicente!!
Me alegro que te haya gustado el post. Fue un homenaje (como si el nombre del blog no lo fuera) que decidí hacerle al Flaco antes de que culminará el año de su desaparición física.
Con respecto a Tommy Gubitsch e Invisible, antes de dar el show del 2009 en Vélez, Spinetta les consultó a Machi y a Pomo si querían que éste (Gubistsch) estuviese presente. Ellos le dijeron que no, que preferían respetar el formato de trío.
Podés verlo acá en el minuto 17:26:
http://www.youtube.com/watch?v=AL-q9MyWMwg
Saludos y ya estoy yendo a visitar tu blog.
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