domingo, 11 de diciembre de 2011

Al fondo que hay lugar

Para ir al trabajo, al club, al cine, a la cancha o a lo de esa noviecita que vive en el conurbano, todos alguna vez hemos viajado –o lo seguimos haciendo- a bordo de ese gran invento argentino que es el colectivo.
Generoso y querendón, este medio de transporte nos sumerge en un mundo fantástico y misterioso en el que no faltan las largas esperas, los fríos, los calores, los apretujones y las frenadas bruscas sin previo aviso. Lo cierto es que, más allá de estos pequeños detalles, siempre vamos a tener como compañeros de viaje a los simpáticos personajes que se describen a continuación.

EL VIGILANTE
No tiene nada que ver con los integrantes de la fuerza del orden. Hombre de civil, se calza el traje de justiciero y su especialidad es conseguirle asiento a los mayores, a las embarazadas y a las que suben con algún crío en brazos. Su método tiene muy poco de sutil y roza el escrache. “Por qué no te levantás, hermano, ¿no ves que hay una embarazada?”, “¡¡¡A ver quién le da el asiento al abuelo...!!!”, “Che, qué solidarios que son, ¿eh? Así anda el país”, son sus gritos de guerra predilectos. Al sujeto “denunciado” no le queda más remedio que abandonar su lugar y marchar silbando bajito y sonrojado hacia algún rincón del bondi menos caliente. Sabe que lleva todas las de perder.

EL QUERENDÓN
Personaje del sexo masculino, sin discusión. Tiene mucho cariño para dar, sobre todo a aquellas señoritas de geografías generosas y atuendos sugerentes. Sabe que, como en el fútbol, tiene prohibido usar las manos, pero se las rebusca arrimando otras partes de su cuerpo igual de firmes y sensibles. Ante el clásico “me estás apoyando, flaco”, se hará el ofendido o contragolpeará con el no menos clásico “¡pero si a vos no te toco ni con un chorro de soda, nena! ¿Quién sos, Jesica Cirio?”. Cuando no puede imponer el contacto físico se dedica a relojear escotes, y si lo pescan in fraganti, fingirá que está leyendo de ojito el “Crónica” del jubilado que viaja sentado enfrente.

EL PIRATA
No apuntes otra vez para el lado pícaro o sexual, nada que ver. Así como están los del Caribe, los informáticos y los del asfalto, también existen los piratas de asientos. Perdón si se ofenden las chicas, pero este personaje generalmente es mujer, no me digan que no. Es fácil de reconocer: muestra movimientos nerviosos y está atenta a cada lugar que se desocupa para primerear al resto de los que están parados a su alrededor. No sé cómo carajo hace pero siempre logra apoyar la sentadera antes que vos, a pesar de que estabas de frente al asiento y ella de espaldas o en la otra punta. Parece que tuviera con ojos en la nuca, la hija de su madre. Y todo vale, no importa si tiene que pisar callos, pegar tetazos o trepar por arriba de bolsos o valijas.

EL TAPÓN
Básicamente se divide en dos clases: el de entrada y el de salida. El primero es extremadamente molesto y conspira contra la seguridad de parte del pasaje. Es ese personaje que, con su tarjeta ya pasada, se estaciona pancho junto a la máquina lectora. Esto impide que los que vienen atrás puedan pasar la suya y hace que los últimos en subir viajen 40 cuadras colgados.
El tapón de salida no es menos molesto. Encontró su quintita delante de la puerta de descenso y logra que todo el mundo le realice la misma pregunta: “¿bajás, flaco?”. En ocasiones se corre de mala gana y en otras se hace olímpicamente el boludo, lo que en el apuro te obliga a gambetearlo a lo Messi o a hacerlo bajar con vos a lo Pichot.

EL TARDÍO
Por alguna razón se acuerda tarde de bajar, y en su carrera loca hacia la puerta termina empujando, pisando y golpeando a todo el mundo. Su capacidad de daño es directamente proporcional a la estrechez del colectivo y a la cantidad –y volumen- de los pasajeros. Consejo 1: trabá los abdominales porque de un codazo en las costillas te puede dejar sin aire. Consejo 2: no está de más agarrarte la billetera porque entre tanto pasajero tardío puede haber algún chorizo camuflado.

EL DORMILÓN
Deberían aplicarle un recargo en el boleto ya que usa el viaje para recuperar horas de sueño. Aunque hay que aclarar que este espécimen se podría dividir a su vez en 2 tipos bien definidos: el trasnochador y el laburante. El primero acaba de concluir una larga y frenética noche de juerga y, totalmente alcoholizado, se arroja desmayado en el primer asiento que ve. Apoya el culo casi en el borde para que la nuca se desplome sobre el respaldo y abre las gambas al estilo “10 y 10”, impidiendo que nadie pueda sentarse a los costados. De todas maneras, vencer la resistencia de sus piernas no significa el fin de los problemas: en alguna curva violenta, un grueso hilo de baba puede escapar de sus labios y aterrizar en tu camisa recién planchada. El dormilón laburante, en cambio, no busca echarse un torrito, pero después de 12 horas de peloteo lo derriba el sueño. Imposibilitado de mantener la vertical, en una primera fase se inclina sobre vos y en una segunda termina posando su cabecita sobre tu hombro, haciendo que todo el pasaje se acuerde del famoso film “Secreto en la montaña”. Sin embargo, hay que ser solidario con este pobre señor; es preferible atajarlo con tu cuerpo a que pendule hacia el lado equivocado y termine haciendo un estruendoso pogo contra el piso del bondi.

EL QUEJOSO
En el fondo es una persona que necesita hablar con alguien, y en el colectivo encuentra terreno fértil para ello. Sus frases preferidas son “en este país se viaja como ganado”, “estos tipos manejan como animales”, “La gente está cada vez más loca”, “qué línea de porquería; diga que la tomo porque no me queda otra, ¿vio?”. Una vez que su ocasional interlocutor muerde el anzuelo, el quejoso arremeterá con un monólogo que irá desde la polémica grieta en la política hasta la mala influencia de Tinelli en la juventud, pasando por los desmanejos en la AFA y el calentamiento global.

LA QUISQUILLOSA
Otro personaje que pertenece en su generalmente al sexo femenino. Viaja inquieta y cualquier roce la molesta. Los colectivos atestados de gente potencian su histeria, y no hay que esperar demasiado para que te clave la mirada o pase a la acción disparando frases como “ay, me estás empujando con la mochila” o “nene, pedí permiso si querés pasar”. Por supuesto, del otro lado recibe contraataques del tipo “si quiere que no la toquen viaje en taxi, señora” o “¿decime dónde querés que me ponga, no te das cuenta que va lleno?”. Para la quisquillosa, toda reacción ajena será considerada impropia y redoblará la apuesta con un “no seas insolente, mocoso”. El inesperado ping-pong de insultos culminará cuando alguien de atrás grite cansado y en nombre de todos “¡¡¡callaaate looooca!!!”.

LOS QUILOMBEROS
En este caso no se trata de uno solo sino que actúan en grupo. En su mayoría son adolescentes que acaban de salir del colegio o de jugar un agitado partido de fútbol. Copan medio colectivo y su nivel de excitación no los deja estar un minuto completo sin gritar, insultar o pegarse. Deben ser miembros de una misma familia porque todos se llaman entre sí “boludo”. Por momentos despiertan al milico que llevás adentro y te hacen balbucear por lo bajo frases como “yo los cagaría a trompadas a estos pendejos de mierda” o “en mi época esto no pasaba”. Al bajar estos vándalos, se produce la misma sensación que cuando cesa un terremoto o se acaba de alejar un destructivo huracán.

EL ACALORADO
Este personaje pertenece casi con exclusividad al género masculino y se lo padece especialmente en el período que va de mayo a agosto, o sea el crudo invierno. Es un ser inofensivo hasta el fatídico instante en el que consigue un asiento. Con la camisa desabrochada hasta la mitad al estilo Sandro, los cero grados de térmica no son impedimento para que abra la ventanilla como para tirarse. Si viajás adelante de él te lo podés llegar a bancar; si estás sentado justo detrás, es muy probable que llegues al laburo con faringitis aguda y el rostro rígido cual estalactita.


Es tiempo de poner el broche final pero quedan muchas tipologías por describir. Podría nombrar al que viaja exclusivamente del lado del pasillo haciendo que todos le pidan permiso para ocupar la ventanilla, al que se hace el dormido para no ceder el asiento, al que cambia de lugar permanentemente, al que le da charla al colectivero, al vendedor ambulante, al que viaja con 4 valijas y ocupa medio bondi, al que habla a los gritos por el celular para que el mundo se entere de lo bien que le va... Todos tenemos algo de estos inefables personajes que suelen circular a diario a bordo del famoso “mundo de 20 asientos”. Y si hay algún estrecho que no se ve reflejado en ellos, una de dos: o es un bacán que viaja en taxi... ¡¡¡o labura de punga!!!

4 comentarios:

Sandra Montelpare dijo...

see see transmisión de pensamiento, Armando !! (y si no, mirépor acá http://ponetelosanteojosquetenes40.blogspot.com/2011/04/en-el-fondo-hay-lugar.html ) y otro más que debe estar linkeado en éste. Cómo nos tiran temas para los posts los bondis jaaaa!! la quisquillosa es nfumable tomate un taxi corazón y deja d secar las tetas al resto de la humanidad. Me encantó el abierto de gambas 10 y 10 yo suelo saltarlo cual valla cuando se durmió en el medio del viaje
Me río muchísimo con tus posts!! saludos van

Armando De Giácomo dijo...

Qué papelón, Sandra, acabo de chorearte el título de un post!! Imperdonable.

Al de las gambas "10 y 10" le doy un par de avisos para que se despierte. Si no revive lo paso como molinete se subte, jaja!!!

Saludos y gracias x tus comentarios motivadores.

Sandra Montelpare dijo...

ay nooo nada que ver! calza justo el título!! A mí me gusta dar un salto al vacío en tacos y pasar al de diez y diez con un sutil y suave permisoooo... qué lindo es el bondi cuántos posts se me ocurren ahí arriba... Saludos,Armando!

Anónimo dijo...

Cuando tenia 17 años y tenia que viajar en el colectivo 39 en la ciudad de Buenos Aires, a la mañana tempranito, aprovechaba que el recorrido de esa linea es por Av Santa Fe y no paraban de subir otras chicas que iban al cole :)
Me apoyaba a todas las que podia, haciendome el boludo atomico!! O_o
Jeje, me hiciste acordar y no paro de reirme