Yo pensé que sabía todo –o casi todo- de política, pero durante estos convulsionados días que corren, me enteré que existe una nueva estrategia –diría más bien treta- electoral: las listas testimoniales.
A ver si entendí bien, la cosa vendría a ser así: el candidato que encabeza la lista descubre que no goza de la simpatía de la mayoría o mide mal en las encuestas para concejal o diputado. Entonces coloca sobre él a otro más carismático, popular, taquillero y de mayor rango (gobernador, intendente, senador, etc...). La lista en cuestión gana las elecciones, el candidato “estrella” renuncia a su banca para seguir en su cargo anterior, y asume el que viene –o los que vienen- detrás. O sea, vos lo votás a Juan Pirulo porque te gusta o porque tiene valores, y resulta que luego termina asumiendo otro que no sabés quien es. O sabés quien es y no lo querés ver ni en figuritas. Lo que a priori parecería una estafa, pensándolo bien no lo es. Porque el detalle más insólito –y escuchen bien esto- es que ya de antemano, es decir antes de votar, te avisan que va a renunciar. O sea que si cuando te ocultaban la maniobra te sentías un pelotudo engañado, ahora pasarías a ser un pelotudo consciente. “El que avisa no traiciona”, reza un viejo dicho popular. Y es verdad. Además de servir para ganar una elección –pavada de propósito-, este sistema es bárbaro porque le transfiere al votante la carga de la culpa. Es decir: “te avisé que te iba a garcar y me votaste igual ...JODETE!!!!”
En fin, mientras todavía lloran al "Padre de la Democracia" (qué paradoja, ¿no?), nuestros políticos nos dan una muestra más de que si usaran su astucia e inteligencia para solucionar los problemas de los argentinos, seríamos potencia mundial...
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