Las Fiestas...
Las Fiestas a veces se presentan más como un contratiempo que como un motivo de alegría y festejo. Más como un disparador de rivalidades y envidias que como un motivo de encuentros. “Que mi vitel thoné estaba más rico que tu ensalada rusa”, “que tu pollo estaba rancio”, “que mi pan dulce estaba más fresco que el que trajiste vos”, “que cómo hace tu cuñadita para estar siempre bronceada...”. Y a esto hay que agregarle el destino siempre incierto de los hijos casados, que son disputados entre las familias políticas como trofeos de caza. De pronto aparecen esos parientes que vemos –justamente- una vez por año y que no tienen porqué caernos bien. “Che, le dije al primo de Josecito que viniera para Nochebuena”, te avisa tu jermu unos días antes. “¿No te jode, no?”. Y por más que te joda, ya está, ya lo invitó. “Ta bien...”, le contestás resignado, “...pero decile que se bañe, ¿eh?. La ultima vez vino con un olor a chivo que volteaba elefantes”.
El cronograma de esos controvertidos cuatro días suele presentarse complicado y las “sedes” se disputan como en un mundial de fútbol. Se negocian como en las paritarias. Nochebuena en lo del tío Paco, Navidad en lo del primo Ricardo, Fin de Año acá en casa y Año Nuevo en lo de la tía Clota, que vive en Florencio Varela y tiene la Pelopincho para que los pibes, al menos, se puedan refrescar. Y se baja el martillo.
Ya reunidos, todos tratan de poner su mejor sonrisa y olvidar las pequeñas rencillas. Es momento de balances y las conversaciones giran en torno a lo que ocurrió durante el año, más bien tirando hacia la última mitad; el primer semestre parece tan lejano como el día en que murió Gardel. De la soja ya ni nos acordamos, pero aún está fresco el caño de Tinelli y la performance de Pampita en el cultural programa de Marcelo. Entre tema y tema no pueden faltar los lugares comunes. "Cómo pasó el año, ¿eh?", dispara alguien para quebrar un bache de silencio. Una tía entrada en años –y en copas- pide bala para los delincuentes, mientras que un sobrino progre trata –en vano- de explicarle que los chorros son víctimas de la exclusión social. “Esta crísis global nos afecta a todos”, opina preocupado un tío excedido en kilos, con media pechuga de pollo asomándole entre los dientes. Los desubicados tampoco pueden faltar a la cita. “Che, vos cada Navidad con una novia nueva, ¿eh?”, le lanza una tía a su sobrino delante de la propia chica, generando un silencio que se corta con un cuchillo. Y si de meter la gamba se trata, otro pariente totalmente borracho revela sin pudor un secreto familiar guardado por más de 50 años. Mientras tanto, el calor arrecia y la abuela protesta airadamente porque no le llega el aire del turbo.
Lo cierto es que todas las discusiones y disquisiciones quedan automáticamente sin efecto al sonar la primera campanada de las 12. Como si se reseteara todo. Y acá surge otro pequeño inconveniente: hay tantas horas oficiales como relojes presentes. “¡Ya son las doce!”, anunciás vos eufórico. “¡¡No!!, faltan dos minutos”, te frena una tía que se niega a brindar hasta que “su” reloj no lo indique. Una vez puestos todos de acuerdo empieza el griterío desordenado, chocan las copas y todos se desean lo mejor para esa Navidad o para el año que recién comienza. Y no siempre empieza bien para todos. Nunca falta el niño que irrumpe llorando y con la mano ensangrentada porque un petardo le estalló antes de tiempo. Lo que sigue son minutos de tensión hasta que el padre llama desde la guardia del hospital para avisar que la criatura no ha dejado ninguna falange en el camino.
El final de fiesta es casi siempre el mismo: los menores de 30 se rajan a bailar o a juntarse con sus amigotes ni bien la aguja cruza las doce y los mayores quedan echados a la espera de una grúa que los pueda levantar. Cualquiera que se asome a la cocina verá la barbaridad de comida que sobró; y no es de extrañarse: todo se cocina para 20. Vitel thoné para 20, melón con jamón para 20, empanadas para 20, ensalada rusa para 20, pollo para 20, matambre para 20, etc, etc, etc... No hay ser humano que pueda ingerir semejante cantidad de comida en una noche (y encima de calor; no estamos en Finlandia). El criterio es un don que brilla por su ausencia en las Fiestas.
Es así la cosa...
Y ahora hablando en serio, entre las dos fiestas me quedo sin dudas con la de Fin de Año. Tal vez porque significa un balance de lo que pasó, de lo que se logró, de lo pendiente, y porque es una vuelta de página.
En lo que a mí respecta, 2008 estuvo muy ligado a las emociones y a los reencuentros. Y como siempre, a la música. Por eso, para despedirlo nada mejor que dos obras maestras de quien ha inspirado el nombre de este blog.
Los dejo con El Flaco.
Nueva Luna, Mundo Arjo.
Con Los Socios del Desierto haciendo una versión de Como el viento voy a ver, de Pescado Rabioso.
FELIZ 2009
1 comentario:
Armann!!! Una vez más me ataqué de risa.
Pintaste la "típica" de las Fiestas
Faltó el Tío choborra que se manda
alguna canzoneta que te deja sorda.
Que el 09 sea igual como deseó un amigo.
El 08 nos abrocho El 09 me llueve jaja!
Cuando hacemos un meeting en lo de Medina eh? avisenmennn!
Besosssss!!!
Belén
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