domingo, 16 de noviembre de 2008

¡¡¡Estás iguaaaal!!!



Con el auge del Facebook y de todas las llamadas redes sociales, se han puesto de moda las reuniones de “ex”. Ex compañeros de primaria, de secundaria, de club, de colimba, de bricolage, de meditación, de rinraje, y así puedo seguir nombrando actividades hasta el día del juicio final. El asunto es fácil: basta con teclear un nombre y un apellido para que esa persona que hace tanto que no vemos y que tanto buscamos, aparezca. Bueno, en realidad no es tan así, solo se hará visible si está registrada en alguna de estas “redes”. Pero si no está fulano, está mengano, quien nos conectará con el primero y a la larga todos se irán arrimando al fogón. Virtual, pero fogón al fin.

A partir de este primer contacto se sucederán algunos mails o mensajes de tanteo, donde cada cual hará un brevísimo y maquillado racconto de sus vidas. No obstante, la frutilla de este postre vintage llegará con el ansiado reencuentro. Porque allí todos se verán las caras. O lo que el paso del tiempo ha hecho con sus caras y con todo lo que está entre ellas y el piso. Y esto genera una gran expectativa previa, sobre todo cuando se trata de gente de una misma edad (colegio, colimba, etc.). Todos desean constatar en qué “estado” se encuentra el resto de la troupe. El “jopende” quiere disfrutar viendo la debacle de algunos de sus amigos, y el “cascoteado” sufre de antemano porque intuye que la concurrencia lucirá saludable y jovial.

Apenas arranca la reunión, lo primero que sale a la luz son los estados civiles y la producción de hijos de cada uno. Se presentan casi como un currículum. Está el casado y en perfecta armonía. Está el que padece el matrimonio. El que en cualquier momento lanza a su cónyuge por el balcón. El que se vino con 800 fotos de sus críos. El que se separó una vez. El que se separó dos veces. El que se separó tres. Está el que nunca se casó y vive una eterna adolescencia: “Anoche estuve en la Creamfields, loco”, te tira el cuarentón. “No sabés; una de pendejas...”.

La guita y el progreso laboral son motivo de orgullo para unos y una pesada carga para otros. “Soy el CEO de una multinacional y tenemos las oficinas en Puerto Madero. No te imaginás lo que es. Primer Mundo, macho”, te escupe uno, mientras le da una larga aspirada a un habano. Y en ese momento te acordás de cuando le prestabas las chirolas para que se pudiera comprar el "chegusán" en el recreo. “¿Y a vos, che? ¿Cómo te fue?”, te pregunta el mismo personaje. Y no te queda otra que confesarle que estás cobrando un Plan Trabajar, pero se lo decís bajito para que no trascienda demasiado. “Pero es momentáneo, ¿eh?...”, le aclarás por las dudas, como si esto te diera otro status. “Yo en este momento no estoy haciendo nada...”, agrega un tercero. “...Para cobrar un sueldito de 500 mangos me quedo en mi casa. Yo estoy esperando que salga algo de lo mío”, remata canchero para que quede claro que es un desocupado VIP. “¿Y de Federico saben algo?”, pregunta el del habano. "Sigue metido con el teatro", acota alguien que asegura verlo con frecuencia. “Je, no cambió nada Fede. Siempre haciendo las mismas boludeces”, dispara despectivo el winner de Puerto Madero.

Los gustos y las costumbres también se enarbolan como un símbolo de juventud y progreso. Uno se jacta de hacer pilates y salir a correr 3 veces por semana con un personal trainer. Otro comenta que se mudo a un country, que se hizo fana del sushi y de la TV digital, y que acaba de viajar a Inglaterra para presenciar el último recital de Coldplay. Un cool, el tipo. Vos, en cambio, anunciás que el lunes vas a comenzar la dieta para bajar los 40 kilos que tenés de más y que para tu cumpleaños, tu jermu te regaló un compilado de Cacho Castaña. Pero en cassette, porque el reproductor de CD lo tuviste que vender para pagar las expensas de tu monoambiente de Fuerte Apache.

Si el grupo de “ex” en cuestión era mixto se genera, claro está, una expectativa extra. Querés ver cómo está ahora la chica que te gustaba, y también querés saber si la que no te gustaba, con los años mejoró. Por ahí en una de esas... De repente sentís un alivio bárbaro al ver que la otrora infartante Carmencita hoy parece una criatura salida de los avernos, pero te la querés cortar en pedacitos al ver que ese bagayito que siempre descartaste, hoy es una diosa que está felizmente casada y con un chabón que te triplica en facha.
Los temas de conversación giran casi exclusivamente en torno a esa actividad que los unió en el pasado. “¿Te acordás de Jorgito? ¡¡¡Tenía menos fútbol que la revista Para Ti!!! ¡¡¡Jua, jua!!!”, vocifera uno si los muchachos en cuestión se dedicaban a correr atrás de la redonda. “¿Se acuerdan del día en que se nos cayó el cielo raso mientras dábamos el examen de matemática?”, rememora otro si el grupete se conoce de la secundaria. Y así irán evocando cosa por cosa hasta que los recuerdos se vayan escurriendo como por el agua a través del orificio de la bañadera y se haga la hora de irse cada uno a su casa.

Y duele decirlo, pero la despedida tiene sabor a un “hasta siempre”. Excepto dos o tres nostálgicos, la mayoría sospecha que el próximo encuentro tiene fecha incierta. Y es lógico; ya no hay expectativas, no hay historias que recordar y no hay vidas que contar. También hay fracasos que ocultar. Lo que acaba de ocurrir fue un flash, un liso y llano viaje en la máquina del tiempo, un efímero tour al pasado con pasaje de regreso al presente. Porque todos deben continuar con sus ajetreadas vidas, darles de morfar a sus hijos y sobrevivir en sus trabajos. Ya no somos los mismos.

Finalizado el encuentro, y ya en la calle, las escenas se repiten: abrazos fraternales e interminables, lágrimas, el clásico “saludos a tus viejos”, alguien que te pregunta por tu hermana o por tu perro, intercambios de mails, charlas de último momento de aquellos que en la reunión no se dieron ni cinco de bola... Y mientras el winner de Puerto Madero pone en marcha su Audi último modelo y pregunta si “acerca” a alguien, se escucha por ahí esa frase/expresión de deseo que de tan repetida se vuelve graciosa, vacía, insoportable: “¡¡Che, tenemos que vernos más seguido!! ¡¡Que no se corte!!”.

3 comentarios:

daniel M.C. dijo...

me siento identificado, cada uno de los ejemplos los vivi en estos ultimos años!!!! jajaja
eso es bueno o malo???
que febo me juzque!!
saludos
Daniel Campo

Gra Vigo dijo...

Sí, sí!!!! Los cuarentones, que ya hemos vivido reencuentros de 20- 25 años de diferentes actividades de nuestras vidas lo sabemos. Es tal cual lo describís. ¡Qué sorpresas! ¡Qué momentos! Tu clasificación de los personajes es perfecta. Pero, qué bueno reencontrarse!
Besos!

Armando De Giácomo dijo...

Hola Gra!! Gracias x visitar mi blog.
Yo jodo con todo esto pero tenés razón, reencontrarse es bueno.
Un beso grande y espero verte el 14.