lunes, 26 de abril de 2010

Los RR.PP. ad honorem

Organizar un evento es algo complicado. Y cuando digo evento no me refiero a una cena para 500 personas en la Embajada de Francia o un desfile de modas en Punta del Este (ojalá, al menos se ganaría algo de guita). Estoy hablando de una simple salida de amigos, asado, despedida de año, o fin de semana largo. Es que entre otras cosas hay que elegir el lugar, avisarle a la gente, hacer los números, confirmar asistencias, hacer compras, convencer a los díscolos y soportar disconformidades e informalidades.
En cualquier grupete de amigos, este tipo de tareas va recayendo naturalmente en una o dos personas a las que de aquí en más voy a llamar “los responsables”. Los responsables son los que siempre están, los que no fallan nunca, los más criteriosos, los más organizados y los que tienen buen feeling con todos. El resto se podría dividir en dos grupos: los que se arriman a los responsables aportando ideas (a veces boicoteándolas) pero sin comprometerse demasiado y los que directamente esperan que les llueva el maná del cielo.

TRABAJO INSALUBRE
El rol del responsable es tratar de que todos asistan al evento en cuestión. Tiene que ser un poco seductor, un poco publicista (para promocionar el evento) y también un poquito mentiroso. Y sí, porque algunos invitados condicionan su presencia a la de otros y, para que no decaiga el entusiasmo, el responsable tiene que disimular ausencias o contar como seguros a los eternos indecisos. “Ay ¿no sabés si van Jime y Rodri?”, te pregunta alguna con un preocupante tono de voz que desnuda intenciones. “...Porque al resto no los conozco mucho, ¿viste?”, te lloriquea esta bombacha fruncida. Ojo que a veces se da al revés: está el que no quiere ir porque entre los participantes hay uno al que no digiere ni con un té de yuyos. Y estas situaciones son de alto riesgo, porque una sola deserción es capaz de generar un catastrófico efecto dominó que puede dinamitar la reunión. “¿Tenés idea más o menos cuánto va a salir la cena?”, te pregunta otro que al parecer sólo moverá el culo si los costos le cierran. Hay dos opciones: tomarte el laburito de llamar al lugar y pedir presupuesto o mentirle y después que garpe lo que sea. Es cierto también que la tecnología llegó en auxilio del abnegado responsable. Pensá que antes se organizaban las salidas por teléfono. A fulanito había que llamarlo al trabajo, a menganita sólo la encontrabas de noche... Eran horas y días que se perdían. Hoy por hoy con un SMS o un mail en cadena se soluciona todo. Muchachos, el programa es este y a la mierda.

LOS DESERTORES
Y una vez todo abrochado, empiezan a aparecer otros inconvenientes. Porque la modernidad, además de tecnología, trajo también dos palabritas que juntas suenan como una bomba Molotov en los oídos del responsable: “me bajo”. O sea: a donde alguien iba a ir, ahora no va. Me bajo de la cena, me bajo del asado, me bajo de las vacaciones... de lo que se te ocurra. Es fácil y cómodo, al no ser precisamente “los responsables”, tienen libertad absoluta para pegarle el volantazo a sus planes. No tienen que dar explicaciones a nadie más que al organizador, quien aunque se haya levantado con 40 de fiebre tendrá que concurrir igual porque es el que se ocupó de la carne, el pan y las bebida, el carbón, y de pasar a buscar a una prima que vive en Ezpeleta.
Esta suerte de tripulantes que abandonan el barco se pueden clasificar en dos grupos. Por un lado se alistan los “no responsables-responsables”, esos que “se bajan” una semana antes dándote margen de maniobra, y por otro los “no responsables-informales”, esos que te plantan 5 minutos antes porque les cayó mal un yogur descremado, se le inflamó un testículo al gato, o tiene a la nena con fiebre (la temperatura de los niños siempre es inversamente proporcional a las ganas de concurrir a un evento). Por supuesto, la duda sobre la veracidad de la excusa no te la saca nadie, pero eso es harina de otro costal.

MUESTRAS DE INGRATITUD
El esperado evento por fin se lleva a cabo y, palabra va, pedazo de comida viene, comienzan a arreciar las quejas. “Che, ¿no consiguieron vacío?”, va a protestar alguno si la onda viene de asado. “Chicos ¿quién fue el de la idea de reservar en este lugar? No... digo... porque yo conozco un bolichito acá cerca que es más copado. Me hubiesen preguntado...”, chillará otra que jamás movió el orto en su vida pero, eso sí, para cacarear con el resultado puesto está siempre al pie del cañón. “¿No había de otro tono un poco más clarito?”, preguntará desconforme alguien al ver la blusa que le regalaron en conjunto a la cumpleañera y de cuya compra se tuvo que encargar ¿quién sino?: el responsable. “¿Este era el único servicio? Porque por unos pesos más por ahí viajábamos en el coche cama y la comida era mejor”, se quejará un caradura que en su momento eludió encargarse de los pasajes por que no tenía con quién dejar al canario.

CAMBIAR PARA QUE NADA CAMBIE
El controvertido evento llega a su fin y volvés a tu casa con la promesa de no organizar más nada en lo que resta de tu puta existencia. “¡Que de ahora en más se encargue fulanito!”, vociferás caliente a los cuatro vientos. Pero no es tan sencillo, la realidad te va a estampar de jeta contra el famoso dicho “es difícil que el chancho chifle”. Expresado de otra manera: todos van a seguir mirando para otro lado esperando que vuelvas a encargarte vos. Y seguramente lo vas a hacer, porque tu vocación de organizar bien las cosas es tan fuerte como la actitud de los demás de hacer la plancha. Es así, está en tu naturaleza. De todas maneras no te quedes con las ganas de, aunque sea una vez, patear el tablero y rebelarte. Estaría divertido. Sería una buena oportunidad para decirle a tus amigos: “chicos, lamento informarles que ‘Eventos El Gil’ cerró un par de meses por vacaciones”.

domingo, 11 de abril de 2010

Un viento celeste... y gratificante


Spinetta Jade, la banda liderada por El Flaco a principios de los ’80 no hizo temas malos. Así de terminante. Pero si tuviera que armar un “Grandes Exitos”, la joyita que sigue a continuación entraría de cabeza. El tema en cuestión pertenece al álbum “Los niños que escriben en el cielo” y la formación de ese entonces era:

Luís A. Spinetta: guitarra y voz
Diego Rapoport: teclados
Frank Ojstersek: bajo
Leo Sujatovich: teclados
“Pomo” Lorenzo: batería

No se pierdan el solo de Diego Rapoport, a mi gusto uno de los puntos más altos del disco y de toda la carrera de Jade. A Rapoport lo encontré hace unos 3 años tocando jazz en un café de Bariloche y no me animé a acercarme para decirle todo lo que lo admiraba.


UN VIENTO CELESTE

Tienes poco tiempo para explicarte
todos los enigmas que te rodean,
llevas en tus manos la piel,
abre los ojos y toma el cielo.

Sólo una vez más nacerás,
dentro de un viento celeste que va.
Mientras danzas con tu sombra...

Tienes poco tiempo para encontrarte
en la inmensidad de la que venimos,
hazle la pregunta a la piedra,
su respuesta esconde un cuerpo.

Sólo una vez más nacerás,
pero dentro de un viento celeste que va.
Mientras danzas con tu sombra...

jueves, 8 de abril de 2010

¡¡Aflojen con el cassette!!



Desde hace ya algunos años se viene dando el curioso fenómeno de los futbolistas que se vinculan sentimentalmente con modelos o vedettes. Cada vez con mayor frecuencia. No voy a analizar aquí el porqué de esta moda ni es de mi incumbencia. De lo que sí estoy seguro es que tienen algo en común: las frases hechas y las declaraciones para la hinchada.


SACANDOLA AL CORNER
Frases que todo trabajador de la pelota en algún momento de su carrera supo deslizar frente a un micrófono:

“Vine a este club para sumar” (y sí, para restar no lo va a contratar nadie).
“Entiendo a los hinchas, esta es una institución grande y siempre quieren que salgas campeón” (más vale; nunca escuché a una hinchada gritar que quieren salir quintos o sextos).
“Estoy a las órdenes del técnico y si me toca ir al banco voy a respetar su decisión” (después de 6 ó 7 partiditos en el banco hablamos).
“Estamos haciendo todo lo posible para revertir esta situación” (aclaración para que la barra brava no vaya a “visitarlos” a la concentración, digamos).
“Esta vez me tocó convertir, pero lo que importa es que el equipo se lleve los tres puntos” (...y que mientras la emboque, el técnico no me freeza en el banco, je).
“Después del gol, ellos se metieron todos atrás”.
“Cualquiera que entre va a tratar de hacer las cosas bien” (es verdad, no escuché a ningún jugador que sueñe con hacer un gol en contra).
“De aquí en adelante nos quedan todas finales”.
“Lo que se habla en el vestuario queda entre nosotros” (no siempre, a veces hay algún indiscreto que destapa la olla).
“Los clásicos son un partido aparte”.
“Me encontré con un excelente grupo humano” (en cuanto pierdan 3 al hilo se convierte en un conventillo).
“Ellos están comprometidos en la tabla y van a dejar todo”.
“Ellos no tiene nada que perder y van a salir sin presión”.
“De esta situación sólo se sale trabajando en la semana” (y para eso se inventó la semana, para trabajar).
“El triunfo se lo dedicamos a la gente que vino a alentar”.
“Todos sabemos que esa es una cancha difícil” (¿qué será una cancha difícil? ¿tendrá obstáculos?).
“Todavía no podemos hablar de campeonato, hay que ir despacio”.
“Todavía tenemos chances matemáticas. Que el hincha se quede tranquilo que de aquí al final del torneo vamos a dejar todo”.
“Fue un resultado injusto porque nos llegaron solamente dos veces” (pero la embocaron).
“Creo que entendimos el mensaje del técnico”.
“Sentimos el trabajo de la pretemporada” (excusa para explicar porqué los pasaban como alambre caído).

NO SOY SOLO UN CULO BONITO
Declaraciones insustanciales que toda modelito o vedetonga en ascenso supo hacer en algún medio gráfico o televisivo:

“Me gusta hacerlo en todas las posiciones”.
 “De los hombres me seduce la inteligencia” (sí, pero no creo que le de calce a un gasista o a un albañil con el coeficiente intelectual de Einstein).
“De mi actual novio me atrajo su paz” (sí, cuando garpa no se le mueve un pelo).
“Aunque te parezca mentira, los hombres elogian mucho mi sonrisa”.
“No me gustan los chicos demasiado lindos” (aunque si tiene la billetera abultada se puede hacer una excepción).
“Soy muy celosa y posesiva, si se meten con mi pareja soy capaz de matar”.
“Me excita que me celen”.
“Me molesta que me digan botinera”.
“No perdonaría una infidelidad”.
“No me engancho en las peleas mediáticas” (salvo que haya unos pesitos).
“En este ambiente hay mucha competencia”.
“Por ahora no quiero ser madre, estoy abocada a mi carrera” (a estar 2 minutos en la tele ya le llaman “mi carrera”).
“Todavía no entregué la colectora” (la chica tiene límites).
“Los argentinos son especiales” (si la entrevistada es un toga foráneo).
“No te creas que soy una femme fatal, sufrí mucho por amor”.
“Haría una tapa de Playboy si está bien cuidada”.
“Estoy sola, no encontré el hombre que me haga vibrar”.
“Los hombres me ven exuberante y escapan, pero en el fondo soy muy sensible y hogareña”.
“Nunca tuve propuestas de mujeres”.
“Marcelo todavía no me llamó pero me encantaría estar en su programa” (paciencia, 2 ó 3 escándalos más y lo logramos).
“Mi sueño es hacer el amor en un yate”.
“Nunca me acosté con alguien para llegar”.
“Nunca tuve sexo por dinero”.
“De chiquita era la más fea del grado” (niñas feas: tengan esperanza).

viernes, 2 de abril de 2010

Momentos inolvidables de la buena TV...


En el capítulo 3 de la primera temporada de la serie Los Simuladores (2002), Santos, Ravenna, Medina y Lamponne deben hacer que los accionistas de una compañía láctea venidos desde México reincorporen a un viejo y fiel empleado de la misma.
Uno de ellos resulta ser un homosexual reprimido (el personaje se llamaba Pedro Velazco) quien durante el operativo de simulación se enamora perdidamente de Medina (Martín Seefeld). Una de las escenas finales transcurre con los dos solos en un ascensor, donde Medina se le acerca a Velazco y, con Abba sonando de fondo, le come la boca de un beso (era parte del operativo).
En el capítulo 3, pero de la segunda temporada (2003), Medina vuelve a encontrarse inesperadamente con el empresario mexicano, esta vez en una fiesta de disfraces. A pesar de las máscaras, Velazco lo reconoce, dando lugar a una de las escenas más graciosas y recordadas de la TV en los últimos tiempos. ¿Se acuerdan cuál era la famosa frase que inmortalizó el mexicano? Aquí está: