miércoles, 30 de diciembre de 2009

Dos para el final


Digital Ayatollah despide este ajetreado 2009 rindiéndole un pequeño homenaje a dos de las mejores letras testimoniales que ha dejado nuestro rock nacional a lo largo de su rica historia. Una reivindicación al barrio, al laburante y a esa Argentina que no sale en las revistas de verano.

AVELLANEDA BLUES (MANAL)

Vía muerta, calle con asfalto siempre destrozado.
Tren de carga, el humo y el hollín están por todos lados.
Hoy llovió y todavía está nublado.

Sur y aceite, barriles en el barro, galpón abandonado.
Charco sucio, el agua va pudriendo un zapato olvidado.
Un camión interrumpe el triste descampado.

Luz que muere, la fábrica parece un duende de hormigón
y la grúa, su lágrima de carga inclina sobre el dock.
Un amigo duerme cerca de un barco español.

Amanece, la avenida desierta pronto se agitará.
Y los obreros, fumando impacientes, a su trabajo van.
Sur, un trozo de este siglo, barrio industrial.

 

MAÑANA EN EL ABASTO (SUMO)

Mañana de sol, bajo por el ascensor,
calle con árboles, chica pasa con temor.
No tengas miedo, no, me pelé por mi trabajo,
las lentes son para el sol y para la gente que me da asco.
No vayas a la escuela, porque San Martín te espera,
estás todo el día sola y mirás a mi campera.
Tomates podridos por las calles del Abasto,
podridos por el sol que quiebra el asfalto del Abasto.
Hombre sentado ahí, con su botella de Resero,
los bares tristes, vacíos ya, por la clausura del Abasto.
José Luís y su novia se besan ahí por en el Abasto,
yo paso y me saludan, bajo la sombra del Abasto.
Mañana de sol, bajo por el ascensor,
calle con árboles, chica pasa con temor.
Parada Carlos Gardel, es la estación del Abasto,
Sergio trabaja en el bar, en la estación del Abasto.
Piensa siempre más y más, será por el aburrimiento,
subte línea B y yo me alejo más del suelo,
y yo me alejo más del cielo, también.
Ahí escucho el tren, ahí escucho el tren,
estoy en el subsuelo, estoy en el subsuelo.

 

¡¡¡FELIZ 2010 PARA TODOS!!!

miércoles, 23 de diciembre de 2009

La encantadora familia Contreras


Si uno busca en la guía telefónica el apellido “Contreras”, se va a encontrar con unos cuantos. No sé... serán 500... 600... 1000... No interesa demasiado la cifra. Lo que sí importa –y preocupa- es que existen muchos más de los que figuran en el extenso y pesado libraco. Son esos personajes que tienen como eterno y perverso pasatiempo pararse en la vereda de enfrente de los demás, y cuyo lema en la vida es “de qué se trata que me opongo”. ¿Los conocen?

Los “contreras” son fáciles de identificar. No tardan en saltar a la vista. Está en su naturaleza, es más fuerte que ellos. Y ejemplos hay de sobra. Si todo el grupo de amigos quiere tomar el colectivo, el contra va a querer ir al mismo lugar caminando. Si todos deciden ir a la playa de mañana, él se emperrará en aparecer por la tarde. Si todos coincidieron en alquilar una peli de acción, él va a querer una comedia. Si todos se están descostillando de risa con un CD de Gioia, él va a decir ofuscado que no le mueve un pelo. Si todos se mueren por una parrillada, él se va a encaprichar con una pizza. Obviamente, de no prevalecer su voluntad, el contra instalará una desagradable cara de culo y disparará a mansalva comentarios negativos durante lo que quede del día. De esa no te salvás.
Cuando se lo proponen, los contreras son los reyes de la indirecta. Te ven con un pulóver y te lanzan “¿no me digas que tenés frío?”. Te ven en mangas de camisa y lo cambian rápidamente por un “¿no me digas que tenés calor?”. Les explicás que no salís porque estás cansado y te verduguean con un “¡ehhhh, qué flojito que sos!”.  Te ven condimentar tu ensalada o tus papas fritas y te juzgan: “cheeee, ¡¡cuánta sal le ponés!!”. Y el respeto por el prójimo que te enseñaron tus padres te gana la pulseada, porque es para contestarles “y a vos ¿qué carajo te importa si yo tengo calor, frío, soy flojito o me gusta la comida salada?”.
Por lo general, los contreras carecen de sentido del humor. Es que significaría reírse de sí mismos o festejar una ocurrencia de alguien que no son precisamente ellos. Para su extraña lógica de contreras significaría ceder. Cualquier chiste o anécdota, por graciosa que sea, les va a parecer mala y es probable que terminen descalificando al que la contó.

La mayoría de las veces son peleadores y confrontativos y no admiten la proverbial variedad en los gustos. La única verdad es la de ellos, el resto no sirve, es despreciable. A vos te gusta el mar y ellos te corrigen que es mejor la montaña. Vos sos fanático de las casas y ellos te discuten que no hay como el departamento. Si tenés animales, ellos los odian... Muchas veces esta postura es maliciosamente deliberada: como son de preguntar primero, con tu opinión arriba de la mesa tienen la libertad absoluta para doblar la apuesta o saltar automáticamente a la vereda contraria. Vos les decís que conseguiste el zapallito a 5 mangos y ellos lo compraron a 3. Vos les decís que te hicieron un 10 % de descuento en el súper y a ellos un 15 %. Vos les decís que tenés el colesterol un poquito alto y ellos te enrostran que en el último análisis les dio perfecto. Hacé la prueba: primerealos; preguntales algo vos y deciles que pensás igual o que conseguiste algo más toraba. Les cagás el día.
Y por supuesto, todo contreras que se precie es porfiado; lo primero que vas a escuchar de sus labios ante un comentario o sugerencia es siempre un "no", es como un acto reflejo. Después para negociar tienen tiempo. Aunque esto último es bastante difícil, por no decir imposible: son capaces de discutirte a muerte una verdad revelada o alguna noticia que ya dio la vuelta al mundo tres veces. “Yo leí que no es así”, te aseguran sin mencionar las fuentes, cosa que vos no puedas probar dónde lo leyeron y cuándo. Y es inútil tratar de convencerlos porque son de los que están dispuestos a irse a la tumba con sus pensamientos. Ni aunque los tortures. Son tercos como mulas. Funcionan como los tarugos: mientras más insistís, más se clavan. Y si en algún momento del acalorado debate descubrieran amargamente que tenés razón, jamás de los jamases te lo van a reconocer. Sería para ellos un signo de avergonzante debilidad.

No soy psicólogo, pero creo que estos personajes básicamente buscan diferenciarse, despegarse de determinadas actitudes de los demás o de alguien en particular. En definitiva, ser distintos. Y puede haber varios motivos: envidia, celos, complejo de inferioridad o superioridad, falsa demostración de personalidad... lo que se te ocurra. Lo triste es que no advierten el rechazo que van generando en su entorno, lo que, a la corta o a la larga, los deja a merced de la gastada y termina por extenderles una especie de certificado de defunción social. Y en esto sí que no tienen contra.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Pensamiento Lateral


Hay problemas que no contienen la información suficiente para poder descubrir la solución. Para avanzar, se requiere de un diálogo entre quien lo plantea y quien lo quiere resolver. En consecuencia, una parte importante del proceso es hacer preguntas. Las tres respuestas posibles son: sí, no o irrelevante.
Cuando una línea de preguntas se agota, se necesita avanzar desde otro lugar, desde una perspectiva completamente distinta. Y es aquí cuando aparece el concepto de pensamiento lateral. Es más: cuando uno finalmente accede a la respuesta, lo que se pregunta es: "¡¿cómo no se me ocurrió?!".
Aquí les dejo algunos ejemplos muy interesantes. Aclaro que no hay trapisondas, no hay cosas escondidas ni nada, todo está a la vista.

PROBLEMA 1
Antonio, padre de Roberto, un niño de 8 años, sale manejando desde su casa en la Capital Federal y se dirige rumbo a Mar del Plata. Roberto, va con él.
En el camino se produce un terrible accidente. Un camión, que venía de frente, se sale de su sector de la autopista y embiste de frente al auto de Antonio. El impacto mata instantáneamente a Antonio, pero Roberto sigue con vida. Una ambulancia de la municipalidad de Dolores llega casi de inmediato, advertida por quienes fueron ocasionales testigos, y el niño es trasladado al hospital.
Ni bien llega, los médicos de guardia comienzan a tratar al nene con mucha dedicación pero, luego de charlar entre ellos y estabilizarle las condiciones vitales, deciden que no pueden resolver el problema de Roberto. Necesitan consultar. Además, advierten el riesgo de trasladar al niño y, por eso, deciden dejarlo internado allí, en Dolores.
Luego de las consultas pertinentes, se comunican con el Hospital de Niños de la Capital Federal y finalmente conversan con una eminencia en el tema a quien ponen al tanto de lo ocurrido. Como todos concuerdan que lo mejor es dejarlo a Roberto en Dolores, la eminencia decide viajar directamente desde Buenos Aires hacia allá. Y lo hace.
Los médicos del lugar le presentan el caso y esperan ansiosos su opinión. Finalmente, uno de ellos es el primero en hablar: "¿Está usted en condiciones de tratar al nene?", pregunta con un hilo de voz. Y obtiene la siguiente respuesta: "¡Cómo no lo voy a tratar si es mi hijo!".
Está en ustedes el tratar de pensar una manera de que tenga sentido. Vuelvo a insistir: no hay trampas ni nada oculto. Y quiero agregar dos datos importantes:
a) Antonio no es el padrastro.
b) Antonio no es cura.
Les sugiero que lean otra vez la descripción del problema y, créanme, es muy, muy sencillo.

PROBLEMA 2
Un hombre vive en el vigésimo piso (20) de un edificio. Todos los días toma el ascensor hasta la planta baja para ir a su trabajo. Cuando vuelve, sin embargo, toma el ascensor hasta el décimo piso y hace el resto del recorrido hasta el piso en el que vive (el vigésimo, recuerden) por las escaleras. Esto lo ha hecho toda su vida. Si bien el hombre detesta caminar, ¿por qué lo hace?

PROBLEMA 3
Un gran oso salió de su guarida y se largó a caminar con preciso rumbo sur. Cuando llevaba recorridos 5 kilómetros cambió la dirección y se dirigió hacia el este. Cuando ya llevaba caminados otros 5 kilómetros, volvió a cambiar de dirección y se dirigió, esta vez, exactamente hacia el norte. Tras recorrer 5 kilómetros se sintió sorprendido porque se encontró con su propia guarida, desde donde había empezado a caminar horas antes. ¿De qué color era ese gran oso? (les doy una pistita: hay que saber un poco de geografía).

PROBLEMA 4
En el funeral de la madre de dos hermanas, una de ellas se enamora profundamente de un hombre que jamás había visto y que estaba dando sus condolencias a los deudos. Las dos hermanas eran las únicas que quedaban ahora como miembros de esa familia. Con la desaparición de la madre, ellas dos quedaban como únicas representantes. Después del funeral y ya en la casa de ambas, una hermana le cuenta a la otra lo que le había pasado con ese hombre y del que no sabía quién era y nunca había visto antes. Inmediatamente después, mata a la hermana. ¿Por qué?

Para encontrar las soluciones hagan click en "comentarios" (pero antes piensen un poquito, che).

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Sócrates vivió equivocado


“Sólo sé que no sé nada”, dijo acertadamente el gran filósofo griego Sócrates, dando a entender que el individuo está muy lejos de poseer la verdad absoluta. Frase indiscutible por donde se la mire. Sin embargo, nunca imaginó que, muchísimos siglos más tarde, un pequeño porcentaje de la raza humana lo iba a contradecir. ¿Quiénes? Me estoy refiriendo a esos personajes que se jactan de dominar a la perfección cada cuestión de la vida y del mundo: los “sabelotodo”.
Los sabelotodo entienden de todo un poco: de minas (o de hombres, si son mujeres), de motores, de vinos, de tragos, de plantas, de habanos o de política. En otros casos resuelven un crimen, explican las causas de algún accidente aéreo, dan cátedra sobre las drogas de moda y hasta saben con qué se empastilla cada famoso. Son absolutistas, pedantes, rompepelotas y es imposible sostener una conversación con ellos sin pelearse o terminar sometidos a su voluntad o a sus puntos de vista. Estos son algunos de los más comunes.

LOS HIPERINFORMADOS
Conocen desde el valor del metro cuadrado en Belgrano o Puerto Madero, hasta el precio del barril de crudo en EE.UU. Saben quiénes son los accionistas de las multinacionales más exitosas y en cuántos palos verdes vendió su parte algún mega empresario informático que ahora se quiere dedicar a la pesca con mosca. Al reverendo pedo, porque viven llenos de deudas y no tienen donde caerse muertos.
Aducen "manejar" información que el resto -o sea, la gilada- no conoce y su misión es pincharte el globo cuando te mostrás entusiasmado con algo. Le decís, por ejemplo, que acaban de asfaltar 4 cuadras de tu barrio y te contestan: "je, me extraña que no lo sepas... Ese es un curro de un par de diputados con un empresario y una constructora, porque hay un baldío donde quieren poner un shopping. La idea es que 'palme' el viejo mercadito y levantar allí una torre de 40 pisos". Le comentás que conseguiste una promoción para viajar a Madrid y te lanzan: “averiguá bien, me dijeron ‘off the record’ que esa aerolínea está con un pasivo de 20 palos verdes. A mitad de año la compran los brasileros, con lo cual, seguro te van a obligar a hacer una escala de un día en San Pablo y te termina saliendo más caro”.
 La SIDE se está perdiendo grandes talentos con estos tipos.

LOS QUISQUILLOSOS
Saben tanto de cuestiones domésticas que nada los conforma. Son detallistas hasta la locura. Conocen la diferencia entre un piso de madera de guatambú y otro de haya vaporizada. Son consumidores exigentes y no hay compra o transacción comercial que no termine en pelea.
Si vas al súper con ellos, te van a bochar cada puta cosa que tomes de las góndolas. Conocen la composición química de cada alimento: “no, esa marca no porque tiene menos porcentaje de sodio y alto residuo seco”, va a ladrar apenas te vea manotear una botella de agua mineral. “No, esos fideos no porque tienen 0,3 % menos de huevo y tardan cuatro minutos y medio más en cocinarse”, te retará cuando descubra el paquete en el changuito.
Si se trata de pedir un delivery, los quisquillosos también van a imponer condiciones. “Mmmm... la pizza de acá la vuelta no me gusta porque la hacen en un horno de barro que está mal curado”, va a afirmar. Con las empanadas tampoco se queda atrás; conoce las de cada región del país y no es fácil meterle el perro. “No pidan empanadas salteñas al de la otra cuadra porque vienen con mucha papa y poco ají molido”, advierte. Vos ya estás con las quetejedi al plato y con unas irrefrenables ganas de asestarle un sonoro “¡¡las papas que te sobren metételas en el culo y el ají te lo voy a inyectar por las orejas!!”.

LOS REFERENCIALES
Les gusta demostrar que conocen cada rincón de la ciudad y del mundo. “Yo tengo el negocio en Devoto”, les comentás al pasar a unos conocidos del club después del partidito de tenis. “¿A dónde, che?”, pregunta el sabelotodo. “Beiró y Campana, ¿ubicás?”, le contestás. “Sí, sí, sí, conozco, conozco...”, te aclara casi ofendido. “...que a la vuelta hay una farmacia, ¿no?...”, agrega dispuesto a no dejar las cosas ahí. “...que al lado hay un kiosquito que vende panchos...”, vuelve a ufanarse entusiasmado. “...y enfrente están haciendo una torre...”, insiste. “...que a media cuadra hay un bolichito para tomar algo... sí, sí, sí; sé dónde es”, culmina con suficiencia, para que a nadie le queden dudas que la tiene re clara con el lugar.
También les encanta abrumar con referencias de un conocido en común para demostrar que su grado de amistad con él es importante. “¿Así que conocés a Gonza? Mirá vos qué casualidad... ¿De dónde?”, arranca el pesado. “Muy fana de River... fui a la cancha un par de veces con él... porque es muy amigo de gente de la comisión directiva...”, continúa sin darte respiro. “...¿Conocés a la hermana? No sabés lo que está... muy macanuda, un cago de risa, estudia abogacía... El padre tiene tres by-pass; eso sabías, ¿no? A Gonza lo conocí en Pinamar, porque ellos alquilan todos los años un chalecito a 3 cuadras del golf... ¿Te mostró el perro que tiene? un labrador que es un amor... Y ahora se compró un auto, ¿viste? un Gol 1.9 Diesel que...”, y así seguirá revelando intimidades hasta que vos tomes la drástica decisión de partirle un florero en la cabeza u optes por la vía pacífica: felicitarlo por todo lo que sabe de Gonza (que, por otra parte, vos ya conocías hace rato).

LOS FUTBOLEROS
Dicen que en la Argentina hay 40 millones de directores técnicos y no es chiste. El sabelotodo futbolero es plaga y generalmente sale a la luz fogoneado por algún fracaso deportivo. Se envalentona con el resultado puesto. Suele lanzar sentencias como “yo no sé qué hace García marcando punta por la derecha”, “fulanito no es para Boca, yo traería un media punta”... Otro se anima a hilar más fino y tira fórmulas como “a Brasil hay que jugarle con línea de tres, doble 5 y Messi más pegado a la raya”, “si yo fuera el técnico pararía a López unos 10 metros más atrás, ahí vas a ver cómo rinde”... ¿Y qué hay 10 metros más atrás?, pregunto yo, ¿el pasto está más parejo?
Y guarda el hilo que no sólo chamuya de fútbol; en el resto de los deportes también se muestra experto. Sabe de voley, rugby, básquet y es capaz de enseñarle el revés a Del Potro o discutir de polo con el mismísimo Adolfito Cambiaso.

LOS METEORÓLOGOS
Un buen sabelotodo también suele ser experto en cuestiones climáticas y te tira el pronóstico extendido con sólo asomar la nariz a la calle o abrir la claraboya del baño de servicio.
“Mmmm... si para Enero anuncian mucho calor, Febrero va a ser malo, acordate”, dirá muy seguro el sabelotodo meteorólogo. Y qué carajo tendrá que ver. ¿Hay alguna ley oculta de las compensaciones que asegure esto? “Diciembre y Marzo son los mejores meses en cuanto al clima”, repetirá otro como si se tratara de un axioma. ¿De dónde lo sacó? ¿Está comprobado científicamente o se auto convence desde el resentimiento porque lo cagaron en el reparto de las vacaciones? “Uhhh, mirá vieja, está diluviando en Mar del Plata. A la noche tenemos la tormentita por acá”, dirá contento porque sospecha que se viene el fresquito salvador. ¿Y dónde está escrito que la lluvia tiene que hacer escala siempre en Buenos Aires? ¿No puede ir para Santa Rosa, Bahía Blanca o perderse en medio del Atlántico?

LOS ASADORES
Y si hay un sabelotodo verdaderamente insoportable es el asador. Es celoso de su trabajo cuando tiene la parrilla a cargo, pero molesto e invasivo frente al trabajo ajeno. Se mete en cada detalle, desde que prendés el fuego hasta que ponés los chorizos y la carne. “Yo el fuego lo hago distinto...”, te tira totalmente (mal) intencionado, al ver cómo tardan en encenderse las primeras brasas. “Ah, ¿el carbón lo ponés así? ¿Por qué no hacés una cosa: dejás menos brasas en el fondo y la carne la ponés al costadito...”, te sugiere mientras va minando lo poco que te queda de paciencia. “Me parece que la parrilla está un poquito alta, ¿No te conviene...”, vuelve a la carga amagando poner los garfios en la manivela hasta que lo cortás en seco con un contundente “flaco, otro día lo hacés como querés vos. Ahora lo estoy haciendo yo, ¿te queda claro?”. Eso sí, rogá a Dios que la carne esté lista en tiempo y forma porque si algo falla, el experto asador va a lanzar la clásica frase hiriente “je, si lo hubiera hecho yo ya estábamos comiendo, papá”. Típico de un buen sabelotodo.