miércoles, 14 de enero de 2009

Hay que pasar el verano...

Llega el verano y los medios repiten como todos los años sus infalibles recetas para combatir tanto calor y aburrimiento. Son dos meses en los cuales la argentinidad al palo, la frivolidad y el glamour son retratados por las revistas o transmitidos en vivo por cadena nacional. Es inevitable.

Vayamos al caso de la televisión. De pronto, programas serios se ponen de acuerdo para mostrar usos y costumbres de los veraneantes argentinos. Cuestión importante, si las hay. Un abnegado movilero apostado en alguna playa de la Costa agarra al voleo (o no) a cualquier turista y lo somete a un cuestionario profundo con preguntas del tipo “¿cuándo llegó?”, “¿hasta cuándo se queda?”, “¿ya fue al mar?”, “¿qué tal la están pasando?”, “¿cómo los está tratando el tiempo?”, “¿cómo encontró los precios?”, “está fuerte el sol, ¿no?”, “¿ya se sacaron fotos con los lobos marinos?”, “¿fueron a ver algún espectáculo?”. Si las víctimas de la cámara son tentadoras señoritas en edad de merecer, el interrogatorio suele adquirir ribetes más intimistas: “¿qué hacen a la noche?”, “¿los chicos están muy lanzados?”, “¿a dónde van a bailar?”, “¿cuál de ustedes tiene más arrastre?”, “¿a qué hora llegan a la playa?”. Y las niñas, entre risitas bobas y frases insustanciales, ingresan alborotadas al hall de los 5 minutos de fama, rogando que algún familiar las esté viendo para grabar ese instante memorable. Y si las pesca Dotto o Piñeiro, mejor.
Y un buen movilero tiene que estar preparado por si el día pinta fulero. Debe ser un todo terreno. Debe sacar de la galera el típico cuestionario “para día lluvioso”: “hoy no hay playa, ¿no?”, “¿cuál es el plan para un día como hoy?”, “¿a dónde llevan a los chicos?”, “al mal tiempo buena cara, ¿no?”. Me dejan sin palabras.
Pero todo esto queda pequeño frente a lo que ya es un verdadero clásico: no hay cosa más importante, pero importante en serio, que saber cuál es el primer auto del año en arribar a la rotonda de Mar del Plata. Saber de dónde viene, hacia dónde va, a qué hora salieron, si se alojarán en hotel o casa, cómo se compone ese grupo familiar...
Tampoco puede faltar un buen móvil en Aeroparque o en la Estación Terminal de Retiro cada cambio de mes o de quincena. Es otro must del verano. Las preguntas parecen haber sido redactadas por algún servicio de inteligencia: “¿A dónde van?”, “¿Cuántos días se quedan?”, “¿Van con mucho equipaje?”, “¿Llevan a la abuela?”¿y al loro con quién lo dejaron?, etc... Y la pobre gente está tan feliz de poder rajarse de este infierno de Buenos Aires que es capaz de vomitar hasta la clave de la tarjeta de crédito.
Y ustedes imaginan confiados que en la tanda publicitaria encontrarán el alivio. Error. Abundarán los típicos comerciales en los que chicas y chicos lindos terminan en multitudinario baile playero al ritmo de algún reggae de fácil digestión.

Enfoquémonos ahora en los diarios y las revistas. Paso frente a algún kiosco y me detengo a ojear las tapas de las revistas de actualidad. “Estas son las colas del verano”, reza la portada de una. Qué raro, yo pensé que las colas del verano eran las que hacían los viejitos bajo los rayos del sol para cobrar la jubilación. “Presentamos en exclusivo a las diosas de Punta”, dice otra. “Lo ‘in’ y lo ‘out’ del verano”, anuncia otra publicación de esas que se dedican a bucear en la tilinguería argentina. Y allí se puede leer cualquier cosa. Como que está de súper onda llegar a la playa en elefante, tomar sol con bufanda, ir a bailar vestido de aviador, llevar el celular colgado del culo o tirarse pedos de costado y ventilarlos con una ojota de color rosa. Y si hasta acá esto no te afecta, recibís un baldazo de agua fría al enterarte unas líneas más abajo que está demodé ponerle limón a las milanesas o pasarle el pan al tuquito de los ravioles. Un garrón. Por supuesto, el artículo aclara que quien no cumpla con estos mandamientos pasará inmediatamente a militar en la categoría de “grasa” y será ninguneado por sus pares. Dicho sea de paso, si tenés entre 18 y 30 años ni se te ocurra aterrizar en la playa antes de las 16 horas porque no te vas a poder “levantar” ni a una mina de lápiz. Es recontra “out”.
Amigas y amigos, me encantaría explayarme más sobre este apasionante tema pero los tengo que dejar. Está por empezar un magazine de la tarde en donde van a hablar de la guerra de las recaudaciones en Mardel. Y no me quiero ir a dormir sin saber si Nito metió mas público que Carmen o si Gerardo vendió dos butacas y media más que el Chueco. Hasta la próxima.